Días de juerga es una novela corta, una nouvelle
escrita en 1963, y que en España aparece en el volumen Cuestión de locura, junto a otras tres novelas breves de Kadaré. El
texto de Días de juerga pertenecía a
un primer borrador de la obra La ciudad
sin anuncios –aún sin publicarse en español-, pirueta arriesgada de su
autor, hasta el punto de que algunos amigos le recomendaron prudencia a la hora
de publicarlo. Al final, Kadaré desgajó un texto breve, titulado Días de café en su idioma original, que
hacía gala de un humor dadaísta y arriesgado, disolvente con el realismo socialista y que, en tono de
chanza y choteo, critica la concepción estética del régimen. Tamaño ataque no
podía pasar desapercibido para la censura, y el texto sería prohibido por
decadente y extraño a la realidad socialista.
Lo que hace de Días de juerga
un texto demoledor, es su capacidad para poner en entredicho los valores que
sustentan el régimen gracias a un humor surrealista. Amparado en él, Kadaré
dinamita las bases del Estado arremetiendo contra las instituciones y la
autoridad. Los protagonistas, dos jóvenes descerebrados que se embarcan en la
búsqueda de un manuscrito de un legendario autor albanés, búsqueda motivada por
la abulia y por el aburrimiento y sin creer en ello, dejando pasar las tardes
entre cigarrillos y cafés y copas de coñac, son una carga de profundidad contra
la Albania del momento, que aparece retratada como un país donde la abulia, la
desidia y la alienación conforman el día a día de sus habitantes.
En esta temprana narración ya aparecen algunas de las características
de lo que definirá la obra de Kadaré en algunos de sus aspectos: el tiempo
climatológico como determinante del tedio y del hastío, como reflejo deslucido
del paraíso socialista, así como ciertas reflexiones literarias o metaliterarias,
y un trazo seco y directo a la hora de caracterizar a los personajes, con unos
golpes de humor desazonadores e inquietantes. La conciencia de los personajes
que piensan que se asemejan a protagonistas de novelas modernas, de esos que
siempre fuman en brazos del hastío, los acerca a una realidad ajena al régimen
y a los preceptos del socialismo realista en las cuestiones literarias. El
texto de Kadaré se vuelve, así, una reflexión ácida, destructiva, de un
dadaísmo punk peligroso.
No se puede negar que la obra novelesca de Kadaré está teñida de
ciertos pasajes y momentos oscuros y truculentos, duros, terrosos y agrietados,
muchas veces empapada de sangre. Por ello, todavía sorprenden más estos Días de café, anclados en un sólido
humor descarnado que se asemeja al rictus de una calavera. Kadaré ataca a las
instituciones, a los comportamientos, a la tradición, a la historia, a todo
aquello en lo que se sustenta el régimen, simplemente con el retrato del
comportamiento de sus protagonistas, los jóvenes que se aburren y fuman, y se
aburren y beben, y se aburren y se tumban en la cama a dejar pasar el tiempo, y
se aburren y se creen como personajes modernos de esas novelas ajenas al
realismo socialista que pintará héroes estajanovistas y protagonistas
entregados al Partido.
Un texto breve, pero de enorme carga y crítica, que se cimenta en un
humor extraño que consigue, primero sorprendernos, después, hacernos soltar la
carcajada, lo que, tratándose de Kadaré, no deja de ser algo notable.
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