Acabo de leer otra vez El general del ejército muerto, del escritor albanés Ismaíl Kadaré, y la
relectura ha sido enormemente satisfactoria. En esta su primera novela –de
1963- ya se pueden encontrar todos y cada uno de los elementos que el autor
mezclará, de forma magnífica, en el resto de sus obras. Es un compendio de, al
menos, tres elementos definitorios de su novelística: el tiempo atmosférico
kadariano, el cronotopo kadariano y los personajes alucinados.
En primer lugar, sorprende lo excepcional de la ambientalidad en la
que se enmarcan los sucesos: el clima que nos presenta Kadaré es el clima de
una Albania fría, lluviosa, desapacible, nubosa, un tiempo borrascoso. Muchas
veces, después, a lo largo de diferentes declaraciones y reflexiones sobre su
obra, preguntado acerca de este motivo de presentar un clima helado y hostil en
un país de climatología mediterránea, el autor ha manifestado que eso
corresponde a una toma de posición: el clima de sus novelas es un tiempo de
resistencia, por así llamarlo, que viene a demostrar que en Albania las cosas
son desapacibles, plomizas y desagradables, que la gente vive sumida en ese
ambiente a través de una climatología que presenta a modo de denuncia. En el
resto de sus novelas, Albania aparecerá muchas más veces gélida y ventosa,
nevada y turbulenta, asimilándose en este caso una peculiar falacia
antropomórfica en donde no es el estado interior del personaje el que se refleja
en la naturaleza, sino el ánimo completo de un país, su totalidad: Albania
reflejada en su climatología.
El cronotopo kadariano que se desarrolla en El general del ejército muerto y que, desde el texto, se despliega
al resto de sus novelas, aúna un espacio plagado de referencias míticas y
mitológicas junto a un tiempo lento y confuso y que muchas veces permuta en
onírico. Es habitual que los espacios de montañas y llanuras albanesas se
carguen de un contenido heroico, de fábula excavada y extraída de la conciencia
más profunda de lo popular, y que los personajes kadareanos se inserten en este
mundo a caballo entre realidad y semipercepción, como si asistieran a una
alucinación. Es costoso, a veces, para el General, distinguir los sucesos, y
duda entre si percibe realidades o sueños; de igual manera le sucede al cura,
asaltado por pesadillas, circunstancias que sumergen a estos personajes (será
una característica posterior de los demás protagonistas de Kadaré) en un
comportamiento de automatismo, desfilando por una realidad que no lo parece,
con movimientos alucinados y no del todo conscientes, incluso sorprendidos ante
el paso del tiempo.
Las leyendas de la tierra, las tradiciones albanesas, las leyes del antiguo
código, del derecho, las tradiciones folclóricas, todas ellas sirven para que
al ser contempladas por los dos enviados italianos, el General y el cura, al
aparecer tamizadas y matizadas ante la peculiar y particular visión del otro, provoquen reflexiones
sobre el belicismo irreparable, la brutalidad, el carácter violento de las
gentes de Albania, y el posible destino del pueblo. La novela alberga, además,
otra de las tradicionales críticas de Kadaré al sistema totalitario de Hoxha:
en ningún momento, en una novela escrita en el periodo de mayor dureza del
estalinismo albanés, se hace mención al Partido Comunista y, ni mucho menos, el
texto es un canto al realismo socialista ni dogmas por el estilo.
Es el primer texto de Kadaré todo un brillante compendio de lo que
vendrá después, pero no a modo de ensayo general. Engarzada con maestría, en
ese tono narrativo áspero, crujiente y rugoso del albanés, la novela ya es una
de las mejores de su autor. Sin embargo, y a diferencia de las primeras publicaciones
de Hesse o Grass, que a duras penas ya pudieron superar después (si es que lo
consiguieron en algún caso), en Kadaré la primera novela, dentro de su
excepcionalidad, es tan sólo la puerta a una obra que iguala el texto del debut
cuando no, en muchas ocasiones, lo supera. Y eso es lo que de verdad impresiona
de este escritor, que sepa mantener y elevar en sus futuros textos lo realizado
aquí, en una novela tan redonda y bien construida como es esta su ópera prima.
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