La historia de la Liga albanesa de Escritores frente
al espejo de una mujer es una novela corta
de Ismaíl Kadaré publicada en España junto a otras dos nouvelles, El jinete con
halcón y El vuelo de la cigüeña.
Ya en el título, encontramos diferentes elementos de análisis. ¿Qué
nos quiere decir Kadaré con semejante enunciado, extraño, y largo? La Liga
albanesa de escritores, en primer lugar, es un elemento que aparece comparado,
enfrentado, al espejo de una mujer y a la mujer misma, y era una de las muchas organizaciones
oficiales y estatales de los gobiernos comunistas en las que se aglutinaban los
autores, al estilo de la Unión de Escritores de la URSS.
Ni que decir tiene que, en un marco totalitario de absoluto control
estatal y férreo cumplimiento de lo que debería ser el realismo socialista preconizado por el estalinismo, en el seno de
esa Liga albanesa, como ocurría en el seno de la Unión de Escritores soviética,
la iniquidad, la traición, la delación y el chivatazo, eran comunes y pródigos.
No pertenecer a estas asociaciones significaba no poder publicar, quedar
excluido de toda actividad literaria posible.
Las ligas de escritores comunistas llegaron a alcanzar un estado de
autocontrol propiciado por el terror al aparato totalitario tal que su función
se redujo, principalmente, a continuadas reuniones y asambleas en donde se
denunciaban los autores, en las que estos se defendían con sus autocríticas, o en
las que se condenaban los errores desviacionistas o revisionistas de los colegas,
miembros que eran anulados en función de cómo soplaran las tendencias políticas
del momento.
Estos grupos de escritores, que velaban por la literatura al dictado
del Estado, traicionaron sus ideales de belleza, sus ideas sobre la creación
literaria, y se vendieron a la supervivencia generando obras vacías que
glosaban las virtudes del comunismo, el héroe popular y la clase trabajadora, y
el clima de optimismo del paraíso socialista. Con semejante actitud, mentirosa,
miedosa, prostituyeron la novela, prostituyeron la literatura y se
prostituyeron a sí mismos.
Prostitución, esa es la palabra, es la idea que flota en el texto de
Kadaré. No en vano, la mujer a la que se opone la Liga de escritores Albanesa,
es una prostituta. Esa prostituta es la imagen del deseo, representa la vía de
escape sexual, la apertura hacia la libertad de la mente, la huída del régimen.
Es una mujer que ofrece sus servicios tras realizar un filtro, no a cualquiera,
ya que se trataba de la prostituta de más
clase de Tirana y, según parecía, la única, se nos advierte en el texto, lo que permite fantasear con obtenerla
aún sin conseguirlo, y en esa ensoñación radica la huída, no tanto en consumar
el servicio sexual, que también.
De esa forma, gracias a las dos maneras de liberación de la opresión,
mediante el ensueño o mediante el placer inmediato y físico, los escritores de
la Liga albanesa, y el resto de la sociedad, encuentran una salida que también
podría darse en la literatura con la evasión hacia otros mundos ficcionales,
con el placer que proporciona la lectura de una buena obra o la escritura de la
misma por parte de su autor. Pero, al estar prostituida la literatura en virtud
del realismo socialista, esas
funciones ya no las proporciona el arte, y deben encontrarse, paradójicamente,
en la idealización de la mujer prostituta, que representa mucho más la pureza
de la belleza a pesar de su condición de profesional del sexo.
Así es el retruécano sobre el cual nos quiere advertir Kadaré. No en
vano, comienza el texto: Que se llegara a
colocar a la Liga de Escritores de Albania en términos de comparación con una
puta es algo que me habría parecido extremadamente vulgar, como suelen serlo
las metáforas manoseadas, sobre todo tras la caída del comunismo. Sin
embargo, es eso exactamente lo que hace, dado que a la hora de describir la
actividad de la Liga, fundamentalmente entre los años 1962 y 1967, Kadaré, o la
voz narradora del texto –a la sazón un escritor y miembro integrante de la
misma Liga-, no puede evitar el recurrir a la evocación de la figura de una
mujer, Margarita, que aparece asociada a sus recuerdos sobre la Liga Albanesa
de Escritores, y que es una prostituta. Toda la novela corta está atravesada de
un humor ácido que recuerda al tono de otra novela breve del autor, Días de juerga, ya reseñada en esta
bitácora.
Aunque el seno del régimen sea inmoral y corrupto, de puertas hacia
afuera se está llevando a cabo una limpieza de los elementos sociales
considerados como viciosos. Son expulsados de Tirana los jugadores, los
homosexuales y, obviamente, las prostitutas, es decir, Margarita. Ante la
perspectiva de una deportación y una reeducación en el seno de una cooperativa
agrícola en condiciones miserables, la mujer había optado por el suicidio. Los
escritores, delatados, infundadamente acusados, plegados a las doctrinas del realismo socialista, humillados,
ofendidos, prostituyendo su arte y su razón de ser, su razón de vivir, no
habían encontrado valor ni orgullo para suicidarse. Ninguno. Ella, Margarita,
les daba así una lección a todos.
Gracias al sistema opresivo totalitario, un arte en principio elevado
y puro se ha prostituido, y el ideal de belleza, especialmente para los
escritores, lo representa mejor una mujer de la calle, que, también gracias al
gobierno que los oprime a todos, se ha convertido en la vía de huída de la
realidad; la prostituta ha sufrido un proceso de pedestalización artística y la literatura un proceso de prostitución ideológica, que después,
además, se verá culminado con una completa pérdida de los valores y una
absoluta corrupción moral.
De esta manera, la Liga albanesa de Escritores ha quedado enfrentada
al espejo de una mujer, y ha salido perdiendo.
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