sábado, 15 de diciembre de 2018

Ismaíl Kadaré y la Gran Estratagema: a la libertad desde la literatura



*Este artículo apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/ismail-kadare-y-la-gran-estratagema-a-la-libertad-desde-la-literatura/

Nuestro compañero de Achtung!, José Carlos Rodrigo Breto, presentará mañana en Madrid su ensayo sobre la obra del escritor albanés Ismaíl Kadaré, que ha publicado la editorial barcelonesa Ediciones del subsuelo. Por este motivo, desde Achtung!, queremos hablaros de esta obra que, a la vez, también es hablaros de la literatura del albanés.

¿Qué nos podemos encontrar en Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema? En primer lugar, un ensayo que analiza, estudia y busca aproximar la obra de Kadaré, y el sentido de esa obra, a los lectores, independientemente de que hayan leído o no al albanés. Esta es una de sus características importantes, porque el libro habla, fundamentalmente, de literatura.

Por las páginas de la obra de José Carlos Rodrigo Breto desfilan los mitos clásicos griegos, CervantesDante y Kafka, y conceptos como la literatura de fractales o la literatura cuántica. Todo esto se pone en relación con la narrativa kadareana, de forma que se produce un efecto de vasos comunicantes, demostrándonos la voluntad comparatista que siempre ha acompañado a Jose Carlos Rodrigo Breto.
En efecto, se trata de un ensayo sobe Kadaré, pero realmente se trata de un ensayo de literatura comparada. La idea y la concepción de la literatura del autor del trabajo es clara: todos los libros y autores hablan con todos los demás libros y autores, en una conversación a través de los siglos y del tiempo, de adelante atrás y de atrás adelante, lo que configura referentes, imaginarios, coincidencias, sub textos, proyecciones, reinterpretaciones y reescrituras.
Además, un libro es un universo en conexión con todos los demás universos; un libro no termina cuando lo cerramos, cuando acabamos su lectura. Es entonces cuando, realmente, al incorporarse a nosotros, a nuestro interior, a ese muro de lecturas interno que llevamos, comienza a influir sobre las futuras lecturas que realizamos y alumbra los aspectos oscuros de aquellas otras que hicimos antes, dotándolas así, a todas, de nuevos significados.
Esta forma de comprender el fenómeno literario, repercute de una forma definitiva en Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema, dado que posibilita una comprensión comparativa de la obra del albanés. Rodrigo Breto relaciona la literatura de Kadaré, y el despliegue de sus imaginarios, con la Comedia de Dante, con la literatura kafkiana, o nos la muestra como reescrituras de algunos de los mitos más importantes de la literatura clásica.
IfigeniaOrfeo y Eurídice, la Guerra de Troya y su caballo, UlisesLaocoonteProserpina, el propio ZeusPrometeo, y un largo etcétera de referencias clásicas que vienen a demostrar la pasión de Kadarépor los mitos clásicos, en concreto por Esquilo, y que utiliza como una forma de distracción de la censura, junto a otros recursos bien curiosos.
Ismaíl Kadaré y José Carlos Rodrigo, el novelista y el estudioso de su obra:


Porque esa Gran Estratagema a la que se refiere José Carlos Rodrigo en el título del ensayo, es una estratagema doble —tal y como demuestra, acertadamente, la ilustración de cubierta, con esos dos laberintos sujetos a unas cuerdas que una mano mueve en la sombra—.
Una situación que Kadaré define así:
En toda tiranía la realidad es doble o triple: está lo que se dice; luego, más importante, está lo que no se dice pero debe sobrentenderse y luego están las cosas que el estado dice y que nadie se va a creer y que ellos saben que será así. El principio de cada tiranía es el miedo; lo más importante es que la gente tenga miedo, por el método que sea”.
Por un lado, la estratagema de Kadaré para publicar en el seno de uno de los peores sistemas totalitarios, la Albania de Enver Hoxha, burlando censuras y esquivando preceptivas del realismo socialista, obviando amenazas de todo tipo. Por el otro, la estratagema del Estado, concebida para ahogar, explotar y destrozar a los albaneses, intentando que se sometieran y mirasen para otro lado como forma de aceptar su desgracia.
La estratagema literaria de Kadaré va conducida a denunciar la estratagema criminal del Estado totalitario. Por eso, el empleo de personajes clásicos y mitológicos le permite reflejar en ellos historias que denuncian al régimen y que, de otra forma, nunca burlarían a la censura. Otros dos recursos que emplea el escritor son la ubicación de las narrativas en la denominada noche otomana y la resistencia climatológica, que Rodrigo Breto ha venido a calificar como novela anti solar.
La noche otomana consiste en ubicar las narraciones en la época del Imperio Otomano, cuando Albania pertenecía a ese Imperio; de esa forma se asimila a la Unión Soviética con la Sagrada Puerta, y sus decretos, su expansionismo y violencia, sus desmanes con la Albania sometida, resultan de un inteligente paralelismo con la Albania comunista de Hoxha.
Por otra parte, el sistema dictatorial imponía el optimismo, vendía la imagen del país como un lugar en el que siempre brillaba el sol. Kadaré ubica sus novelas en climas de heladas, con tormentas y nevadas, en un mal tiempo crónico albanés, que es el reflejo de la congelación interior de sus habitantes y de la helada rigidez mortal del sistema de Enver Hoxha. Dos recursos que le funcionan a la perfección, una estratagema que le vale para burlar a la censura.
José Carlos Rodrigo Breto reflexiona sobre este asunto estratégico como forma de burlar a la autoridad totalitaria:
La obra de Kadaré es una batalla continua por publicar, oponiéndose a la política oficial del Régimen, incluso con riesgo para su vida en algún momento. Por eso, desarrolla su propia estrategia para burlar a la censura. La tiranía de Hoxha puso en marcha una Gran Estratagema de engaños, mentiras y crímenes y, para poder denunciarla en sus obras, Kadaré se vio obligado a desarrollar toda una poética de la resistencia de la que hablo en el ensayo. Las novelas de Kadaré no solo son un ejercicio de ingenio literario, también son una muestra de engaños y trampas con las que se puede burlar a un censor. La búsqueda de modelos clásicos para retratar estas situaciones prohibidas convierten la obra de Kadaré en un permanente ensayo sobre lo que nos hace humanos, al estilo de Shakespeare, Dante o Cervantes, movilizando personajes inolvidables que, a menudo, nos representan a todos”.
El ensayo está repleto de otros aspectos sorprendentes. Gracias a la visión literaria de Jose Carlos Rodrigo, las novelas del albanés se nos muestran en toda su inmensa riqueza. Sin embargo, la pregunta que nos hacemos como lectores al descubrir este mundo tan rico, pero tan oculto, tan minoritario y desconocido para el lector español, resulta obligada: ¿Qué motivos le han llevado a elegir a Ismaíl Kadaré y no a otro autor, para llevar a cabo un ensayo de estas sorprendentes características? Rodrigo Breto lo aclaraba así en una reciente entrevista:
Hace muchos años, tres novelas de Kadaré aparecieron ante mí en una librería de segunda mano y fue un golpe de suerte increíble. Estaban atadas juntas con una goma: El año negroAbril quebrado y El Nicho de la vergüenza. Yo no conocía a Kadaré de nada y bien poco sabía entonces de Albania. Pero me sentí atraído por esos libros de forma extraña. Nada más llegar a casa aparté a un lado otros volúmenes que acababa de comprar y empecé El año negro. Quedé hipnotizado. Lo que se narraba allí nunca lo había leído antes. Era una mezcla deslumbrante: un espacio oscuro y complejo, mítico, repleto de reflexiones sobre el tiempo, sobre la historia, junto a una de las prosas más cautivadoras que había encontrado en mi vida. Después, leí los otros dos libros del tirón y ya me perdí completamente con este escritor. Literariamente hablando, es lo mejor que me ha pasado en mi vida”.
Ismaíl Kadaré ha declarado a menudo que la literatura era el único ejercicio de resistencia posible que podía oponer a los crímenes del sistema totalitario. Así, llegó a afirmar:
No llegué a la literatura desde la libertad, sino a la libertad desde la literatura”.
Esta frase suscita una rápida reflexión en José Carlos Rodrigo, que entiende la literatura de Kadarécomo:
una literatura de resistencia. De resistencia ante una situación criminal y de crimen de Estado. Él necesita expresarse y expresar algunas cosas peligrosas que no se admiten en la Albania de Hoxha. La verdad es que se limita a escribir, o a tratar de escribir con normalidad, en el lugar más anormal del mundo: en eso consiste la resistencia de su literatura. Después, leída por otros, esa resistencia que es producto de la necesidad de respirar y de expresarse, puede ser tomada como un arma política, pero eso sucede ya desde el lado de la interpretación, no en el origen de la creación de las obras, que no obedecen tanto a la necesidad de oponerse como a la necesidad de expresarse libremente. Pero claro, intentar hacer algo con libertad en esa Albania es, obligatoriamente, un ejercicio de oposición, de rebelión. Y, al final, también de resistencia política”.
Y el propio Kadaré reafirma esta idea:
El único acto de resistencia posible en un régimen estalinista clásico es el de escribir –o puedes acudir a una reunión y decir algo realmente muy valiente, y serás asesinado. Creo que he sido muy afortunado por haber podido publicar de tiempo en tiempo. Un montón de escritores, simplemente, fueron represaliados”.
El ensayo Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema tiene su germen en un trabajo de fin de Máster y en una posterior tesis doctoral que recibió el cum laude. Sin embargo, el autor no quería limitarse a reproducir una versión resumida de estos trabajos, hasta que encontró la forma de articular el ensayo:
Era fundamental viajar a la Albania de Kadaré, es decir, a la Albania de sus novelas y a la Albania de su infancia: a su localidad natal, a Gjirokastër. Al visitar esa ciudad tan hermosa, pero tan dura, escarpada, pétrea, comprendes mucho mejor el imaginario del escritor y los matices de su prosa. Descubrí, no solo en la localidad natal de Kadaré, esa Albania que aparece en sus obras, especialmente en Tirana, con un pie en el pasado y otro en el futuro. Fue una visita inolvidable que estoy deseando repetir, porque tuve la ocasión, y esto fue lo mejor de todo, de moverme en el escenario de las novelas de Kadaré como si habitara en un diorama de sus obras; eso es un lujo para el estudioso de cualquier autor”.
El resultado es un libro que encierra muchos libros, que permite infinidad de lecturas, que abre puertas y que celebra, por encima de todo, la escritura y la lectura. La llegada de Kadaré al universo lector de José Carlos Rodrigo Breto le causó un terremoto que ha intentado compartir y transmitir a quienes se acerquen al ensayo:
Mi descubrimiento de Kadaré, tan afortunado, supuso la reconciliación con la Gran Literatura, la demostración de que es posible crear una obra de calidad inmensa en las condiciones menos favorables y me llevó a convertirme en comparatista. Mucho de lo que soy como comparatista se lo debo a Kadaré y a la intrincada red de correspondencias que establece con otras obras, mitos e imaginarios, y que aparecen en sus novelas. Kadaré significó para mí, en un momento crucial, el regreso a los brazos de la literatura, el redescubrimiento del amor por los libros, incluso la vuelta a la universidad para realizar una nueva carrera; por eso le debo, completamente, el haberme convertido en comparatista. Gran parte de todo ello he intentado devolverlo y devolvérselo en el ensayo, que es, fundamentalmente, un ejercicio de literatura comparada”.
Porque lo excepcional de la obra de Kadaré, la circunstancia que lo ubica junto a KafkaCervantes Dante, es su carácter de resistencia tranquila mientras se encuentra inmerso en un mundo completamente disparatado y peligroso:
¿Qué hice yo bajo el régimen totalitario? Simplemente hacer literatura normal en un país anormal; eso ya es mucho”.
En efecto, es mucho; tanto como para componer una de las obras literarias de mayor riqueza y complejidad que se han dado entre la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI. Y una de las claves de este éxito lo desvela Kadaré en estas declaraciones:
 “Mis jefes no han sido los jefes de la Albania comunista. Mis jefes son los jefes del mundo de la literatura: Dante, Shakespeare, Goethe, Kafka. Su presencia relativizó la presión del régimen que tenía que soportar”.
Una novelística formidable que ha encontrado en este ensayo de José Carlos Rodrigo Breto una celebración de la Gran Literatura, apoyado por una editorial de evidente talante ensayístico. La combinación resultante ha sido el primer libro que ahonda en la obra del albanés, que la interconecta con todos sus imaginarios y que la entrega al lector lista para su lectura y disfrute.
José Carlos Rodrigo despliega toda su perspicacia de comparatista para acercarnos a un Kadaré deslumbrante y original:


Eso es, disfrute: porque José Carlos Rodrigo Breto entiende la literatura como un goce, y el inmenso amor que tiene por los libros se ha traducido en un ensayo que, además de traernos a Kadaré, nos brinda la posibilidad de pasárnoslo en grande. Algo que, tratándose de un ensayo, tiene mucho mérito.
La presentación de este ensayo tendrá lugar mañana miércoles 14 de noviembre en la librería La Central de Madrid.

viernes, 16 de marzo de 2018

A diez años de la independencia de Kosovo: literatura en el Campo de los Mirlos



*Esta columna apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/a-diez-anos-de-la-independencia-de-kosovo-literatura-en-el-campo-de-los-mirlos/

El pasado 17 de febrero, sábado, las calles de Pristina se abarrotaron porque estaban de celebración. A las cero horas de esa noche, se cumplían diez años de la Declaración de independencia. Una Declaración polémica y conflictiva, producto de una guerra brutal que dejó al menos 13 mil muertos y que necesitó de la intervención de la OTAN, que bombardeó durante la operación Allied Forcelocalizaciones en Belgrado como una forma de que Yugoslavia se retirase de Kosovo y pusiera fin a la crisis humanitaria y a las limpiezas étnicas. Mucho dolor y mucho sufrimiento para uno de los conflictos más infames de nuestra historia moderna europea que terminó alumbrando a un país tan pintoresco como conflictivo.

En las calles de Prístina, ese sábado por la noche, el del concierto de Rita Ora, podía verse a una multitud enfervorecida que transportaba las banderas azules de la República de Kosovo, junto algunas enseñas rojizas de la vecina Albania. Mujeres vestidas de fiesta se mezclaban con mujeres en burka (no hay que olvidar que el 96% de la población es musulmana), mientras sobre el escenario una de las mayores celebridades del país ofrecía el concierto del aniversario.

Rita Ora es natural de Pristina, pero con apenas un año de vida sus padres huyeron del dominio yugoslavo sobre la región y se instalaron en Londres. Una canción suya, Shine Ya Light, dio la vuelta al mundo mientras la artista aparecía en el video clip con Pristina como escenario. Actuaba de pinchadiscos, a ritmo de rap, sobre el monumento NewBorn, la escultura tipográfica conmemorativa de la independencia de Kosovo (independencia no reconocida aún por todos los países de Europa —España entre ellos— y tampoco por algunos de otros continentes).
Bajo esa presunta cotidianidad de la modernidad kosovar mana una corriente subterránea de sangre, una memoria de agravios todavía pendientes de ser cancelados con la necesidad de la justicia. Quizás, solamente, habría que dejar de mirar hacia otro lado y enfocar la visión de la responsabilidad de cada político, de cada escritor, de cada intelectual, recordando lo que dijeron, cómo lo dijeron en aquellos momentos y, algo que resultaría de capital importancia: por qué hicieron lo que hicieron.

En cualquier caso, el espinoso asunto de la independencia de Kosovo no puede alejarme del verdadero asunto de esta columna: la literatura kosovar o algunas novelas que se ocupan del tema de Kosovo. Porque los españoles hacemos una inmediata asociación con Kosovo: violentos mafiosos albanokosovares o paramilitares, siempre las recurrentes imágenes de aquella guerra o la idea de que la República de Kosovo es un estado Cartel que se financia con el tráfico de armas y drogas. No voy a entrar a discutir estas afirmaciones. Este no es lugar para ello. Aquí se habla de literatura. Una literatura, aún hoy, lamentablemente manchada de sangre.
Dos vistas del peculiar edificio de la Biblioteca Nacional de Kosovo, en Pristina, garante de una cultura que se ha abierto paso entre bombas y fuego:


¿Existen escritores kosovares? Existen, desde luego. En primer lugar hay que remarcar que esta literatura se desarrolla, abrumadoramente, en lengua albanesa, por lo que se puede definir como una literatura kosovo-albanesa. ¿Existen traducciones al español de escritores kosovares? Pues no. Al menos yo no conozco ninguna.
Sus más reputadas firmas son, sin duda, el poeta Esad Mekuli, aunque montenegrino de nacimiento, después se convirtió en una figura intelectual determinante en Kosovo y está considerado por los estudiosos como uno de los padres de la poesía de la zona; Anton Pashku, autor de relatos y novelas experimentales cercanos al estilo de Musil y de Kafka; y el crítico literario, además de político, Rexhep Qosja.



Así que la obra de estos autores, de los que he destacado tres de entre muchos, es inalcanzable para el lector español a día de hoy, pero no sucede así con algunas novelas que tratan del problema de Kosovo, y que vienen de la mano, como no podía ser de otra manera, de la prosa del albanés Ismaíl KadaréTres cantos fúnebres por Kosovo (Tirana, 1998) y El cortejo nupcial helado en la nieve (Tirana, 1986), ambas en Alianza Editorial. Quiero dedicar un espacio de esta columna de hoy a la primera novela.


Tres cantos fúnebres por Kosovo es una novela histórica vertiginosa. Bajo su nervio late un pulso especial, se percibe una vibración que la atraviesa, ofreciendo un deslumbrante tríptico de la medieval batalla de Kosovo. Un tríptico de sangre y muerte, cargado de dolor, algo de rabia y toneladas de tristeza y desesperanza.
El texto respira con violencia, borbotea espeso y contundente en el fondo de cada una de sus frases, de sus líneas y párrafos; encontramos algo más que la descripción literaria, en mayor o menor medida respetuosa con los sucesos históricos, y nos topamos con el origen de un problema de odio enquistado, la larga historia de una tradición sobre el aborrecimiento entre serbios y albaneses.  Un odio que se hace extensible a la intolerancia religiosa y al propio carácter destructivo, vengativo y rencoroso, del ser humano.
El asunto de Kosovo es un asunto delicado y muy doloroso. Kadaré, aquí, se remonta hasta una parte del conflicto, pero no a sus inicios. Queda muy claro que la coalición cristiana, integrada por húngaros, serbios, rumanos, bosnios y albaneses, entre otros, ya se trataba con inmemorial odio y encono en todo lo relacionado con esa región balcánica denominada como el Campo de los Mirlos. Que se hayan unido ante un enemigo común y mayor, esta vez, codo con codo, es un asunto meramente circunstancial.
Así lo demuestran los aedos, fidedignas fuentes de la tradición del odio, cuando entonan sus cánticos populares para entretener a los Príncipes en las horas previas a la batalla. No pueden evitar, aunque el ambiente sea de coaligados, cantar en sus baladas los enfrentamientos entre serbios y albaneses, o viceversa, por la cuestión de Kosovo.
Diríase que es un asunto enquistado en las conciencias de una forma mecánica y que, ocurra lo que ocurra, sean cuales sean las circunstancias, el aborrecimiento, el odio y los cantos se repetirán una y otra vez, incluso cuando ambos bandos hayan fracasado en su alianza y extraviado la región a manos del Imperio Otomano, producto de una humillante derrota militar.
El desastre que vendrá por Kosovo significará que los turcos encontrarán aquí, en los Balcanes, una forma de acceso, la entrada directa y hasta el corazón de Europa, continente que se verá, con el tiempo y los años, amenazado hasta el mismo cerco de Viena. Ese desastre, esa tremenda desgracia acongojante, la derrota de los aliados cristianos sobre la llanura, es un fracaso narrado con pulso estremecido en el primero de los cuadros que Kadaré presenta en los Tres cantos fúnebres por Kosovo. En efecto, se trata de una suerte de tríptico sobre la Historia, sobre el rencor y el sometimiento de gran parte del continente ante el poder militar de la Sagrada Puerta.
Es el día 15, del mes de junio del año 1389, y el autor, acercando una lupa que amplía con minuciosidad y colorido ciertos aspectos, se va fijando en los campamentos de los dos ejércitos, en sus tiendas, en las actitudes y aptitudes de sus líderes, en el comportamiento de los soldados, en los preparativos para la batalla, en los miedos que albergan las cabezas de quienes serán protagonistas…
Tras la primera fase del libro, el segundo cuadro del tríptico escrito por Kadaré presenta a dos aedos. Uno serbio, Vladan, y otro albanés, Gjorg Shkreli, que huyen de la batalla, del desastre de la derrota, y tratan de alejarse del avance turco adentrándose en Centroeuropa. La narración es ahora más contenida y calmada, plena de un espíritu reflexivo que plantea cuestiones referentes a la tolerancia religiosa, al perdón, al espíritu nacional y a esos componentes mágicos y misteriosos que fascinan al autor y que forman parte del manantío, fijación y posterior conservación de los cantos épicos y de las tradicionales poesías orales.
Los dos rapsodas, cada vez que se ven en la obligación de actuar en público, entonan una y otra vez cantos de odio mutuo entre serbios y albaneses, enconados por Kosovo. Simplemente, no saben hacer otra cosa más que repetir lo que han aprendido.
Cargados de gran simbolismo, el lahutare albanés y el serbio con su gusla, representan la memoria de las dos naciones, la irracionalidad del odio heredado que va más allá de las reflexiones, el peso de la tradición y el milagro de la tradición oral. Quizás, en este sentido de empatía con uno y otro bando, de neutralidad o de afán por conciliar el dolor de los pueblos, la última fase del tríptico de Kosovokadareano es el lamento del propio Murat I, fallecido durante la batalla y cuya sangre ha quedado recogida en una vasija e introducida en un túmulo sobre la llanura del Campo de los Mirlos.
El sultán asesinado lamenta aquello que entiende como una maldición de su sangre, reflexionando desde una situación de noexistencia con la clarividencia que le proporciona una perspectiva de siglos a la vez que atemporal: sobre aquellos campos pesa y pesará el odio, la muerte siempre estará presente mientras rapsodas como Vladan y Shkreli continúen obcecados en cantar el mutuo aborrecimiento de ambos pueblos, en lugar de atender a cuestiones de mera supervivencia común.

La historia de Kosovo es, fundamentalmente, una historia de sangre porque, tal y como cierra Kadaré el texto:
bastan unas gotas de sangre para contener en su interior toda la memoria del mundo”.
Por todo ello, una memoria de Kosovo, como esta que lleva a cabo Kadaré, no puede ser sino una memoria de sangre: una memoria siempre dolorida, una memoria fúnebre.
Por mucho que Rita Ora celebre esa independencia, a los lados de las carreteras de Kosovo brotan esas tumbas con lápidas de pizarra negra; sobre ellas el retrato del guerrillero fallecido. Casi todos los muertos tenían entre los 16 y los 18 años de edad. Demasiado dolor.

Con la fiesta del pasado 17 de febrero, mientras Rita Ora iniciaba la cuenta atrás que conducía al aniversario, esa memoria infame de la humanidad que se encuentra latente en ese Campo de los Mirlospudo despegarse un poco de nuestros corazones y, por un instante, mecernos en el poder curativo de la música, del arte, de la literatura y de la concordia.
Pero solo por un breve instante.

martes, 5 de diciembre de 2017

Angelus Novus-Bashkim Shehu: Diccionario universal de la infamia


*Esta reseña critica apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/angelus-novus-bashkim-shehu-diccionario-universal-la-infamia/


Diccionario universal de la infamia



El escritor albanés Bashkim Shehu firma en Angelus Novus (Siruela) uno de sus libros más personales y complejos. Es, por encima de todo, un trabajo de gran calado, quizás porque no se puede, o no se debe, afrontar a la ligera un material narrativo como el del sufrimiento humano. Es posible que este tipo de asuntos necesiten de la Gran Literatura, Shehu así lo ha entendido, y lo ha llevado a la práctica con un texto de profundidad filosófica y muchas virtudes literarias.

Durante más de 40 años, el tirano de AlbaniaEnver Hoxha, dominó el país con mano de hierro y lo sometió a la más profunda de las infamias: asesinatos, represión, crímenes…, que sumieron a la población en un estado de pavor dejando al país aislado de la comunidad internacional.

Fue el cuentista argentino Jorge Luis Borges quién publicó en 1935 un conjunto de relatos titulado Historia universal de la infamia (Alianza). En la Albania de Hoxha se dio tanta crueldad y vergüenza que se podría elaborar una historia particular —y albanesa— de la infamia. El libro de Bashkim Shehu es uno de esos tomos que deben, obligatoriamente, integrarse en esa gran enciclopedia que buscaría ilustrar el crimen llevado a cabo por los dirigentes del Partido del Trabajo de Albania y, por extensión, también de otros tiranos que han asolado la historia de Europa. Repasemos algunos aspectos del libro:

A de Albania: ¿Pero existe la literatura albanesa? A esta pregunta ya respondí en esta misma revista online, en el artículo Escritores de Albania: Literatura en el País de las Águilas. Puedes consultarlo aquí, donde, por cierto, ya dediqué unos párrafos a este Angelus Novus que ahora nos ocupa:


Así que, en efecto, la literatura albanesa existe, y es una literatura potente y jugosa, con algunos autores que se cuentan entre los mejores del continente: Ismaíl KadaréFatos Kongoli…, sin obviar que uno de los grandes pilares de la producción literaria de Albania es la poesía. El país ha alumbrado a algunos poetas prodigiosos, como el recientemente fallecido Dritëro Agolli, o Fatos ArapiXevahir SpahiuAgron Trufa y Mimoza Ahmeti, por sólo referirme a los contemporáneos, porque si echamos la mirada atrás nos encontramos con un excelso panorama lírico que ni las décadas de dictadura han podido anular: Esad MekuliMigjeni Naim Frashëri, entre otros muchos.

 Albania es algo más que aquella frase escuchada en un capítulo de los Simpsons, en donde se afirmaba que su principal producto exportable era su pensamiento político. Y mucho más que un país plagadito de búnkeres abandonados de cuando la paranoia del tirano Enver Hoxha a una invasión de occidente lo llevó a sembrar el país de casamatas.

B de Bashkim Shehu: Y claro, el autor de Angelus Novus es mucho más que un mero novelista albanés, desde luego, y es muy importante poder trazar su camino vital para comprender un poco mejor esta novela. Bashkim es hijo de Mehmet Shehu, político que estaba destinado a suceder a Enver Hoxha, y que fue víctima de un crimen de Estado en diciembre de 1981. Su caída arrastró a toda su familia y Bashkim pasó una larga temporada en la cárcel. Después, encontró refugio literario e intelectual en Barcelona.

Sobre la caída en desgracia de Mehmet Shehu se ha escrito una novela excelente: El Sucesor (Alianza Editorial), cuyo autor es Ismaíl Kadaré. Puedes consultar una reseña crítica de esta obra en mi blog En la Kadaria, sitio online sobre obra y crítica dedicado al novelista Ismaíl Kadaré:


C de Condena: La novela de Bashkim Shehu es una autoficción biográfica en donde se trata de reconstruir, a golpe de recuerdos, la vida de Mark Gjoka, o Mark Shpendi, el preso de los dos nombres. Ambos cumplen condena en el penal albanés de Burrel, y los motivos que los han llevado allí son políticos. Shehu es el hijo del ministro caído en desgracia y paga, en parte, los crímenes del padre. Entre ellos, una retahíla de absurdas acusaciones, como la de que el Ministro era un poliagente al servicio de innumerables potencias extranjeras, cargos que ahora se prolongan en el castigo extensivo a la familia.

El castigo y la condena son dos resortes que articulan la vida en la Albania de Hoxha. Todo el mundo es culpable de algo. En el caso de Gjioka/Shpendi, su pecado fue un intento de huida del país: 20 años de condena. Después, ya en la cárcel, recibió una nueva pena, e incluso, se le aumentó con una tercera.

Este proceso, que estigmatizaba al preso catalogándolo como preso R, era una práctica habitual en el sistema carcelario comunista. Como ocurría en el exterior, donde casi cualquier comportamiento podría hacerte dar en la cárcel, en el interior se reproducía la arbitrariedad del castigo, aumentando las condenas de los prisioneros sin razón alguna. Testimonios de este funcionamiento los hay a miles, y cito a vuela pluma autores como Solzhenitsin o Varlam Shalamov, que lo reflejan en sus escritos.
Aparte de minar la resistencia del preso —que cuando más cerca se encuentra de su liberación retorna a la casilla de inicio en una especie de juego de la oca cruel—, esta ignominiosa aplicación del concepto de Justicia sublima el espíritu kafkiano de la culpa y la condena, exacerbando aquellas palabras que dan arranque a la novela El proceso (Alianza):

Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido”.

Esta situación, claramente dirigida a socavar la voluntad de los prisioneros para hacerlos manejables, devengaba en lo que Shehu califica como:

la neurosis carcelaria, la crisis depresiva o la negra desesperación”.

Un estado de angustia que solía conducir a repetidos intentos de suicidio. De hecho, Gjioka/Shpendi intenta quitarse la vida, pero fracasa. Y desde ese acontecimiento, Bashkim Shehu revive el período pasado con él, las circunstancias de ambos, en una reflexión sobre el tiempo carcelario, las culpas y los castigos de un sistema pendenciero y cruel, y el intento de llevar a cabo una huida intelectual de entre los muros de la prisión.

En cierto modo, además, la novela es un ajuste de cuentas del autor con el Régimen, como si al recordar la historia de Gjioka/Shpendi llevase a cabo una cierta venganza. No en vano, la historia se pone en movimiento gracias a esta afirmación de Flaubert que el autor quiere cumplir:

Cuando escribas la biografía de un amigo, debes hacerlo como si te estuvieras vengando en su lugar”.

D de Doble: La complejidad, enorme, de esta novela, radica en buena parte en el juego de espejos propuesto por el autor. Desde el doble nombre de Gjioka/Shpendi, pasando por la proyección externa-interna de las vidas en libertad contrapuesta a las vidas en la cárcel, además de la presencia permanente de la figura del escritor Walter Benjamin, un referente que hace las veces de espejo sobre el que se reflejan los personajes del libro.

Los deseos de huida de los presos son los mismos anhelos que los de Benjamin intentando escapar de la Europa nazificada; los intentos de suicidio encuentran réplica en el suicidio consumado que llevó a cabo en Port Bou; el pensamiento filosófico es una réplica del ideario de Benjamin en relación a la Historia y a sus circunstancias; la cárcel comunista reproduce la cárcel de la Europa nazi. El juego no acaba aquí, los espejos se multiplican, se reproducen unos en otros, aportando una riqueza y una complejidad que dotan de relieve a la novela.

E de Enver Hoxha: Para bien, o para mal, la presencia del tirano fue un deus ex machina en la vida de los Shehu. Primero, tomando a su padre Mehmet como su sucesor, y llevándolo hasta la cumbre de la vida política albanesa. Después, cubriéndolo de acusaciones infundadas y asesinándolo en un crimen que el Estado se esforzó en disimular con los ropajes de un suicidio más que dudoso y, además, barriendo toda presencia de su familia. Aquello sumió a Albania en una de las peores crisis, desencadenó el pavor, las purgas, activó los resortes punitivos, y amontonó a las víctimas, los acusados y los procesados.

F de Fronteras: En un régimen totalitario como el de Albania, la compartimentación del pensamiento, de las personas, de los lugares, era un recurso obligado a la hora de poder controlar a la población. Por eso, esta novela trata de la batalla de los hombres libres contra las fronteras, tanto geográficas como intelectuales. Walter Benjamin tropezó con una de las últimas fronteras que lo separaban de la libertad. Acosado en una fonda de Port Bou, temeroso de que las autoridades españolas lo devolvieran a las autoridades alemanas, olvidó su anhelo de alcanzar los Estados Unidos, para sentirse libre, e inmortal, a través del suicidio.

La frontera que detuvo a Gjioka/Shpendi en su fuga de Albania, o los muros del penal, reproducen un laberinto fractal de compartimentos que buscan encerrar al hombre en la nuez del sistema represivo. Angelus Novus no es tanto un libro de fronteras, sino de cómo evitarlas incluso sin moverse del sitio: con el mero pensamiento. El pensamiento como resistencia al Régimen. Al final, el pensamiento es la frontera que divide la vida de la muerte.

G de GULAG: El aparato represivo de Hoxha puso en pie una serie de penales que eran como islotes en donde vivían aislados los prisioneros durante décadas. En eso, se asemejaba al Archipiélago GULAG que inmortalizó Solzhenitsin al referirse al entramado de campos concentracionarios estalinistas. Solo que aquí, se trata de un islote GULAGShehu establece una correspondencia entre la Dirección de los Destacamentos de Reeducación y Prisiones albanesa y la Glavnoe Upravlenie Lagery soviética.

H de Huida: La huida de Walter Benjamin de una Europa asolada es el paradigma de la huida universal. Una huida que lo deja todo atrás, incluso la identidad. Una huida que, al final, pretende ser un escape de sí mismo y que no puede sino culminarse con el suicidio, acto supremo de evasión.

I de Ismaíl Kadaré: El más grande autor albanés, y uno de los más importantes de la narrativa europea actual, está siempre presente, de una u otra forma, en el libro de Shehu. Primero, en los paratextos, dado que una cita suya elegida por la editorial aparece en la contraportada. En ella defiende la “rara originalidad” del libro de Shehu, y se felicita por que haya encontrado una nueva forma literaria para denunciar las atrocidades de la época comunista.

Además, el recuerdo y la presencia de Kadaré en el texto es persistente: nadie como él para hablar de intentos de huida (ya sea exterior o interior) de la tiranía. Ninguno como él a la hora de poner negro sobre blanco las perversiones de Hoxha y de los suyos. Un camino abierto que luego han sabido seguir, de forma espléndida, autores como Fatos Kongoli o el propio Shehu.

J de Jaque: Una de las formas más habituales de domeñar el tiempo carcelario es jugando al ajedrez, un juego que, además, permite una serie de reflexiones sobre el totalitarismo. Una tradición que utilizó Benjamin en una alegoría para ilustrar la lucha de clases, y Stefan Zweig para denunciar el control mental, y brutal, del nazismo en Historia de Ajedrez (El Acantilado). Para Shehu, además, detrás del juego se encuentra un atisbo mortal, porque el ajedrez siempre convoca a la muerte en cuanto desafío al tiempo y al espacio.

K de Klee: Será un dibujo del pintor suizo, el denominado Angelus Novus, el que sirva a Benjamin para formular su alegoría sobre el Ángel de la Historia. Y ese mismo dibujo cumple su función de ligazón para la novela. El Ángel de la Historia activa el juego de espejos entre los presos albaneses y Walter Benjamin, moviliza el libro en una dirección: la reflexión sobre las paradojas del Estado, sobre el miedo a sus enemigos, sobre cómo actúa la Historia de forma arbitraria y cruel, dejando ruinas y desolación a su paso. Es la Historia entendida como una cadena de catástrofes.

L de Leibniz: Concretamente la mónadas de Leibniz. Un ejemplo del carácter filosófico de la novela:

El penal de Burrel, con sus celdas separadas como una serie de mundos paralelos, no menos aisladas y lejos unas de otras que el propio penal del resto del universo, él lo imaginaba como un imago mundi, comparándolo unas veces con la multiplicidad de mundos según Demócrito y otras con las mónadas de Leibniz, universo encerrado en sí mismo, pero en el que cada una, en su parte oscura, o inconsciente en sentido leibnziano, como en un espejo invisible, reflejaba todas las demás mónadas”.

Un concepto recursivo y fractal que ilustra la proyección interna-externa del libro, que abarca desde lo más profundo del pensamiento de los presos hasta el aislamiento global del propio país. En un equilibrio cuántico (si tal equilibrio fuera posible), Shehu coloca en una puesta en abismo al individuo en el centro del sistema penal, y lo expande repetidas veces hasta la enormidad de la isla GULAG albanesa.

M de Mehmet Shehu: El padre de Bashkim Shehu, como ya he comentado, es el culpable de que esta novela exista. Su liquidación fue motivo de una gran conmoción en Albania. Pero que fuera víctima de una purga, de un crimen de Estado, no puede hacernos obviar que Shehu, como Primer Ministro del país y mano derecha de Hoxha, era partidario de la línea dura, que ya había practicado durante su posición como Ministro del Interior. Desde su cargo, contralaba a la Sigurimi, la temible policía sereta del régimen. Esto significa que, para ostentar semejante poder, y postularse como sucesor del Líder, su política represiva y violenta era acorde con los delirios criminales de Hoxha.

Mehmet Shehu fue víctima de un juego criminal llevado a cabo entre criminales. Puede que fuera porque presumió de su nueva casa frente al Líder, algo que yo no me termino de creer, o porque su hijo mayor fuera a contraer un matrimonio con una mujer de familia poco afín con el régimen, y no autorizado por Hoxha, o tal vez por otros oscuros motivos, pero todo el peso del sistema gansteril que representaba el Ministro se revolvió contra él y lo pagó con la vida.

La venganza prolongada sobre la familia inocente es una costumbre que viene de lejos: ya en el Imperio romano se liquidaba a la prole del César depuesto, y los nazis limpiaban la descendencia y ascendencia del traidor a la patria basándose en que era una sangre contaminada que era necesario purificar.

Shehu cumplió las órdenes de Hoxha e impuso una represión muy intensa sobre la disidencia, en particular con todo lo que venía desde Yugoslavia (país del que luego, paradójicamente, fue acusado de ser un espía).

N de Nombres: Es la necesidad de nombrar, para que nunca se olvide la infamia, uno de los recursos fundamentales para activar el recuerdo. Los nombres desencadenan un proceso de recuperación de la memoria. De ahí la importancia de repetir, casi como en un mantra, Gjioka/Shpendi o Walter BenjaminShehu sucumbe así a la imperiosa necesidad de dar testimonio y de pronunciar algunos de aquellos nombres para que permanezcan recordados, esa forma de no olvidar la barbarie. Y qué mejor solución que la de grabarlos a fuego en el interior de su literatura porque, de allí, jamás podrán ser ya borrados. En sus páginas, los ha resucitado.

El objetivo regenerador de la literatura se ha cumplido, porque manteniéndose la literatura viva se mantienen vivos a los demás. De esta forma, en la novela de Shehu, mediante esa resurrección literaria, se aúnan los términos catarsis y conjura, lo que nos lleva a esa eterna función depuradora de la literatura.

Al desempeñar su papel social y espiritual, el escritor está revelando a los ojos de los lectores cómo ha sido el mal y, con ello, en cierto modo, reparándolo retroactivamente. Es necesario saber lo que ha ocurrido, y hay que interpelarse acerca de quienes lo permitieron o de quienes lo llevaron a cabo. Estas preguntas tienen un efecto catártico en los lectores, tal y como admite el escritor Julio Cortázar que le ocurre cuando lee los poemas de Juan Gelman, y así lo manifiesta en su célebre prólogo —titulado Contra las telarañas de la costumbre—porque:

Hay poemas que son solamente preguntas (...) Cuando Juan pregunta se diría que nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para después ser más lúcidos hacia el futuro”.

Esto es exactamente lo que nos ocurre con el libro de Shehu, que además podemos encadenar con ese movimiento de cuello del Ángel de la Historiase produce, así, toda una revelación y los poemas, las novelas, la escritura, la literatura, se ha convertido, ahora, en una cuestión de responsabilidad colectiva. Ya no se puede mirar a otro lado, ya basta de eso: el escritor es responsable, él no desvía la mirada y hace que nosotros, sus lectores, tampoco lo hagamos. Esa responsabilidad colectiva literaria convierte al hombre en objetivo y preocupación del hombre, y posibilita la elaboración de novelas en tiempos de resistencia como las que llevan a cabo Ismaíl Kadaré o Bashkim Shehu.

La función de nombrar a los muertos, a los prisioneros, a los represaliados para, así, repararlos, es muy similar a la que cumple el personaje de Joshepine en la obra de teatro Litoral (KRK ediciones) de Wadji Mouamad: en ella, la mujer arrastra la carga de enormes listines telefónicos con los nombres de familias enteras que han desaparecido por la guerra, masacradas, y que si ella no los memoriza nadie los recordaría jamás (y una vez memorizados consigue deshacerse de los listines arrojándolos al fondo de un mar extraordinariamente metafórico en el contexto de la obra). De aquí, la importancia que tiene para Shehu repetir el doble nombre de Gjioka/Shpendi o el de Walter Benjamin. Mentarlos ya es un cierto tipo de salvación.

Ñ contenida en España: Ha sido en España en donde Bashkim Shehu ha encontrado, finalmente, refugio. Después de una condena de ocho años, fue liberado en 1991 y tras unos años entre Budapest y un intento de regreso a Tirana, finalmente se exilió en Barcelona, donde fue acogido por el Parlamento Internacional de Escritores dentro de su programa de Ciudades Refugio. Shehu obtuvo la nacionalidad española y desde entonces, aparte de su tarea como novelsita, se ha dedicado a la traducción al albanés de autores catalanes y castellanos.

O de Onírico: Dentro de un recinto tan limitado, de libertades constreñidas, los sueños serán una de las válvulas primordiales de escape para los condenados. De esa forma, la novela Angelus Novus aparece repleta de ensoñaciones y retazos de sueños, circunstancia especialmente acicateada por el carácter onírico de muchas de las leyendas y tradiciones albanesas, que coquetean habitualmente con la delicada línea que separa el terreno de la vigilia y del sueño, y de las que Bashkim Shehu no puede evitar hacerse eco para instalarse en esa tradición.

P de Penal de Burrel: El penal de Burrel es uno de los escenarios principales en donde transcurre la acción (o quizás debería decir la inacción) de la novela. Concebido como prisión ya en 1937, durante el reinado del rey Zog, no se llevó a término hasta 1939. Entendido como un lugar de reclusión de máxima seguridad, durante el mandato de Hoxha se destinó, fundamentalmente, a la reclusión de prisioneros políticos, que fueron torturados y maltratados sistemáticamente. Los más altos mandatarios caídos en desgracia solían dar con sus huesos en esta cárcel, así como intelectuales. El escritor Fatos Lubonja, por ejemplo, fue uno de los internos. Tras un tiempo de cierre, el penal volvió a ser reabierto, estando en funcionamiento en la actualidad.

Q de Quántico: En efecto, con la letra Q, tal y como el crítico y estudioso Manuel García Viñó denominaba a este tipo de novela en sus trabajos sobre Literatura Quántica. Ya he ido ilustrando a lo largo de este artículo algunos de los aspectos que hacen de Angelus Novus una novela quántica, tales como el marcado elemento de la recursividad, de la fractalidad, de las puestas en abismo, del juego de espejos, de la estructura laberíntica, del tratamiento del espacio y del tiempo en un cronotopo ciertamente quántico, con mundos paralelos y posibles, todos conviviendo a la vez, y líneas temporales coincidentes, así como saltos (abundancia de prolepsis y analepsis) y un tratamiento particular del tiempo carcelario mezclado con el tiempo mental.

Todo ello convierte a esta novela en un libro quántico, porque quizás no existe otra forma para enfrentarse a la historia que Bashkim Shehu pretende contar, o tal vez porque el mismo Ángel de la Historia, en su escorzo que abarca diferentes tiempos a la par, ya sea quántico de por sí.

R de Reincidente: No sólo se califica de reincidentes a los prisioneros a los que se les incrementa la condena de forma arbitraria. Esa reincidencia también se alberga en una frustrante repetición de la Historia, de la personal e infinitesimal, y de la enorme, política y continental. La historia de los países, en este caso del país, Albania, se repite con la misma crueldad que resulta insoportable para los presos. No parece existir una explicación satisfactoria que pueda hacernos comprender la deriva del sufrimiento humano, que se perpetúa una y otra vez en el tiempo.

S de Siruela: En su momento, fue Alianza Editorial la casa que, mediante la creación de una biblioteca Kadaré, enarboló la publicación de la literatura albanesa en español. Kadaré fue puesto al día, después de que una parte de sus obras ya habían sido publicadas gracias a la valentía de un editor, Mario Muchnik, que había sabido contar con un prodigioso traductor, Ramón Sánchez Lizarralde.

Ahora, transcurrido un tiempo, y con el empeño de publicar obras de Kadaré por parte de Alianza completamente desvaído, ha sido la editorial Siruela la que ha recogido el relevo de la edición de la literatura albanesa vertida al español. Así, además de dar luz a un par de ensayos minoritarios y lúcidos del propio Kadaré, se ha convertido en la casa de Fatos Kongoli (con seis novelas publicadas), y ha sacado este Angelus Novus de Bashkim Shehu. Es deseable que el intento no se detenga aquí, que tal vez podamos ver algunas de las obras todavía inéditas de este autor, así como de las que, publicadas en su momento en español son ahora prácticamente imposibles de encontrar. Y ya puestos a pedir, que se retome el catalogo pendiente de Kadaré, así como el de otros interesantes escritores albaneses. Creo que Siruela sería un lugar magnífico para todos ellos.

T de Traductora: El fallecimiento de Ramón Sánchez Lizarralde en 2011 fue un duro golpe para todos los albanistas. Yo, por entonces, me encontraba terminando mi tesis doctoral sobre Ismaíl Kadaré, y quedé completamente conmocionado por la noticia. Afortunadamente, tras un lapso de tiempo, María Roces González, su compañera y heredera de sus derechos de autor, ha empezado a comandar las nuevas traducciones de Kadaré y, también, de este Angelus Novus de Bashkim Shehu.

U de Universo: Todo un universo de sufrimiento se alberga entre las tapas del libro. Un universo sujeto a las leyes de la física cuántica, en donde Albania encierra el dolor en sus cárceles con celdas que son como ataúdes en donde sufren los prisioneros que concentran su padecimiento en el interior de sus cerebros. Este concepto total de Universo encerrado sobre sí mismo, desde las celdas al GULAG y viceversa, como la parte pequeña de un todo mayor, dota de sentido al texto, que se nos aparece, desde ese punto de vista, como una emanación solidificada de todo el mal que padecieron aquellos hombres del Penal de Burrell.

V de Vacía: Confesión frente a una tumba vacía (Península) era sido el único libro, hasta la fecha, que pude leer de Bashkim Shehu, y eso sólo después de conseguirlo tras mucho batallar en listados de librerías de lance y aguardar con paciencia una oportunidad. El libro nos habla de la peripecia de Shehu por encontrar la tumba de su padre Mehmet, y los infructuosos intentos que lleva a cabo. Podría entenderse como una parte de un díptico que se completase con este Angelus Novus, en donde las acciones del hijo siempre vienen prefiguradas por esos comportamientos del padre en el pasado, que se han proyectado en el futuro.

W de Walter Benjamin: El escritor, filósofo, intelectual y uno de los pensadores más importantes de la primera mitad del siglo XX, es el verdadero protagonista del texto. O al menos, lo es al estilo de Virgilio en la Divina Comedia de DanteShehu escoge el devenir de Benjamin para ilustrarnos su descenso a los Infiernos albaneses, como Dante se deja guiar hasta el Purgatorio por el poeta. Si Virgilio es un padre para DanteBenjamin es un camarada hermanado en el sufrimiento para el albanés, que alumbra todo el libro con su luz de faro fundamentada en su concepto de Historia como una creación alegórica. Ahí radica el porqué de la aparición de Walter Benjamin en este complejo texto y su multiplicidad de significados.

X de Xheladin Bey: El otoño de Xheladin Bey (Editorial del Oriente y del Mediterráneo) es una novela del autor albanés Mitrush Kuteli, seudónimo tras el que se ocultaba Dhimitër Pasko, uno de los grandes represaliados del régimen de Hoxha. Se trata de un compendio de relatos fuertemente asentado en la oralidad, una pequeña Mil y una noches albanesas, si se me permite llamarlo así, en donde la figura del Bey, un hombre caprichoso y lascivo, representa y encarna lo terrible del régimen comunista. El componente oral de estos cuentos establece un puente directo con el discurso de Bashkim Shehu en Angelus Novus, dado que el principal objetivo de la novela es dar testimonio, como ya he comentado más arriba, convirtiendo toda esta literatura en un ejercicio de memoria. Y qué mejor asentamiento para la memoria que la oralidad.

Y de Ymeri: El último viaje de Ago Ymeri (Meteora) es la otra novela de Bashkim Shehu publicada en español y que he sido incapaz de encontrar. Se trata de una novela sobre los mitos albaneses, el misterio de sus leyendas y la forma en que estas pueden oponerse a la tiranía. El texto trabaja la leyenda del retorno del muerto, una presencia muy habitual en la escatología albanesa. Y es curioso, porque este tipo de muertos en vida, o de muertos que regresan de la tumba, se asemeja perfectamente con el estado de los prisioneros políticos de la Albania de Hoxha, con los desterrados, con todo el pueblo condenado al aislamiento y a una especie de enterramiento ideológico en vida.

Z de Zombi: Abundando en el planteamiento anterior, el final de Gjioka/Shpendi en la novela, ciertamente desmemoriado, extraviado en una habitación, ido, sí que recuerda a un zombi, a un muerto en vida, a un cadáver que haya transitado por el vudú de la Albania de Enver Hoxha, al igual que el Walter Benjamin de la novela es, desde el principio, otro integrante de esa legión de condenados, que acabara topándose con el destino de su muerte en Port Bou, haga lo que haga, y dejándonos un velo de preguntas y de angustias al alcanzar el término de esta sobrecogedora e incómoda, tanto como necesaria, Angelus Novus.