sábado, 15 de diciembre de 2018

Ismaíl Kadaré y la Gran Estratagema: a la libertad desde la literatura



*Este artículo apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/ismail-kadare-y-la-gran-estratagema-a-la-libertad-desde-la-literatura/

Nuestro compañero de Achtung!, José Carlos Rodrigo Breto, presentará mañana en Madrid su ensayo sobre la obra del escritor albanés Ismaíl Kadaré, que ha publicado la editorial barcelonesa Ediciones del subsuelo. Por este motivo, desde Achtung!, queremos hablaros de esta obra que, a la vez, también es hablaros de la literatura del albanés.

¿Qué nos podemos encontrar en Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema? En primer lugar, un ensayo que analiza, estudia y busca aproximar la obra de Kadaré, y el sentido de esa obra, a los lectores, independientemente de que hayan leído o no al albanés. Esta es una de sus características importantes, porque el libro habla, fundamentalmente, de literatura.

Por las páginas de la obra de José Carlos Rodrigo Breto desfilan los mitos clásicos griegos, CervantesDante y Kafka, y conceptos como la literatura de fractales o la literatura cuántica. Todo esto se pone en relación con la narrativa kadareana, de forma que se produce un efecto de vasos comunicantes, demostrándonos la voluntad comparatista que siempre ha acompañado a Jose Carlos Rodrigo Breto.
En efecto, se trata de un ensayo sobe Kadaré, pero realmente se trata de un ensayo de literatura comparada. La idea y la concepción de la literatura del autor del trabajo es clara: todos los libros y autores hablan con todos los demás libros y autores, en una conversación a través de los siglos y del tiempo, de adelante atrás y de atrás adelante, lo que configura referentes, imaginarios, coincidencias, sub textos, proyecciones, reinterpretaciones y reescrituras.
Además, un libro es un universo en conexión con todos los demás universos; un libro no termina cuando lo cerramos, cuando acabamos su lectura. Es entonces cuando, realmente, al incorporarse a nosotros, a nuestro interior, a ese muro de lecturas interno que llevamos, comienza a influir sobre las futuras lecturas que realizamos y alumbra los aspectos oscuros de aquellas otras que hicimos antes, dotándolas así, a todas, de nuevos significados.
Esta forma de comprender el fenómeno literario, repercute de una forma definitiva en Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema, dado que posibilita una comprensión comparativa de la obra del albanés. Rodrigo Breto relaciona la literatura de Kadaré, y el despliegue de sus imaginarios, con la Comedia de Dante, con la literatura kafkiana, o nos la muestra como reescrituras de algunos de los mitos más importantes de la literatura clásica.
IfigeniaOrfeo y Eurídice, la Guerra de Troya y su caballo, UlisesLaocoonteProserpina, el propio ZeusPrometeo, y un largo etcétera de referencias clásicas que vienen a demostrar la pasión de Kadarépor los mitos clásicos, en concreto por Esquilo, y que utiliza como una forma de distracción de la censura, junto a otros recursos bien curiosos.
Ismaíl Kadaré y José Carlos Rodrigo, el novelista y el estudioso de su obra:


Porque esa Gran Estratagema a la que se refiere José Carlos Rodrigo en el título del ensayo, es una estratagema doble —tal y como demuestra, acertadamente, la ilustración de cubierta, con esos dos laberintos sujetos a unas cuerdas que una mano mueve en la sombra—.
Una situación que Kadaré define así:
En toda tiranía la realidad es doble o triple: está lo que se dice; luego, más importante, está lo que no se dice pero debe sobrentenderse y luego están las cosas que el estado dice y que nadie se va a creer y que ellos saben que será así. El principio de cada tiranía es el miedo; lo más importante es que la gente tenga miedo, por el método que sea”.
Por un lado, la estratagema de Kadaré para publicar en el seno de uno de los peores sistemas totalitarios, la Albania de Enver Hoxha, burlando censuras y esquivando preceptivas del realismo socialista, obviando amenazas de todo tipo. Por el otro, la estratagema del Estado, concebida para ahogar, explotar y destrozar a los albaneses, intentando que se sometieran y mirasen para otro lado como forma de aceptar su desgracia.
La estratagema literaria de Kadaré va conducida a denunciar la estratagema criminal del Estado totalitario. Por eso, el empleo de personajes clásicos y mitológicos le permite reflejar en ellos historias que denuncian al régimen y que, de otra forma, nunca burlarían a la censura. Otros dos recursos que emplea el escritor son la ubicación de las narrativas en la denominada noche otomana y la resistencia climatológica, que Rodrigo Breto ha venido a calificar como novela anti solar.
La noche otomana consiste en ubicar las narraciones en la época del Imperio Otomano, cuando Albania pertenecía a ese Imperio; de esa forma se asimila a la Unión Soviética con la Sagrada Puerta, y sus decretos, su expansionismo y violencia, sus desmanes con la Albania sometida, resultan de un inteligente paralelismo con la Albania comunista de Hoxha.
Por otra parte, el sistema dictatorial imponía el optimismo, vendía la imagen del país como un lugar en el que siempre brillaba el sol. Kadaré ubica sus novelas en climas de heladas, con tormentas y nevadas, en un mal tiempo crónico albanés, que es el reflejo de la congelación interior de sus habitantes y de la helada rigidez mortal del sistema de Enver Hoxha. Dos recursos que le funcionan a la perfección, una estratagema que le vale para burlar a la censura.
José Carlos Rodrigo Breto reflexiona sobre este asunto estratégico como forma de burlar a la autoridad totalitaria:
La obra de Kadaré es una batalla continua por publicar, oponiéndose a la política oficial del Régimen, incluso con riesgo para su vida en algún momento. Por eso, desarrolla su propia estrategia para burlar a la censura. La tiranía de Hoxha puso en marcha una Gran Estratagema de engaños, mentiras y crímenes y, para poder denunciarla en sus obras, Kadaré se vio obligado a desarrollar toda una poética de la resistencia de la que hablo en el ensayo. Las novelas de Kadaré no solo son un ejercicio de ingenio literario, también son una muestra de engaños y trampas con las que se puede burlar a un censor. La búsqueda de modelos clásicos para retratar estas situaciones prohibidas convierten la obra de Kadaré en un permanente ensayo sobre lo que nos hace humanos, al estilo de Shakespeare, Dante o Cervantes, movilizando personajes inolvidables que, a menudo, nos representan a todos”.
El ensayo está repleto de otros aspectos sorprendentes. Gracias a la visión literaria de Jose Carlos Rodrigo, las novelas del albanés se nos muestran en toda su inmensa riqueza. Sin embargo, la pregunta que nos hacemos como lectores al descubrir este mundo tan rico, pero tan oculto, tan minoritario y desconocido para el lector español, resulta obligada: ¿Qué motivos le han llevado a elegir a Ismaíl Kadaré y no a otro autor, para llevar a cabo un ensayo de estas sorprendentes características? Rodrigo Breto lo aclaraba así en una reciente entrevista:
Hace muchos años, tres novelas de Kadaré aparecieron ante mí en una librería de segunda mano y fue un golpe de suerte increíble. Estaban atadas juntas con una goma: El año negroAbril quebrado y El Nicho de la vergüenza. Yo no conocía a Kadaré de nada y bien poco sabía entonces de Albania. Pero me sentí atraído por esos libros de forma extraña. Nada más llegar a casa aparté a un lado otros volúmenes que acababa de comprar y empecé El año negro. Quedé hipnotizado. Lo que se narraba allí nunca lo había leído antes. Era una mezcla deslumbrante: un espacio oscuro y complejo, mítico, repleto de reflexiones sobre el tiempo, sobre la historia, junto a una de las prosas más cautivadoras que había encontrado en mi vida. Después, leí los otros dos libros del tirón y ya me perdí completamente con este escritor. Literariamente hablando, es lo mejor que me ha pasado en mi vida”.
Ismaíl Kadaré ha declarado a menudo que la literatura era el único ejercicio de resistencia posible que podía oponer a los crímenes del sistema totalitario. Así, llegó a afirmar:
No llegué a la literatura desde la libertad, sino a la libertad desde la literatura”.
Esta frase suscita una rápida reflexión en José Carlos Rodrigo, que entiende la literatura de Kadarécomo:
una literatura de resistencia. De resistencia ante una situación criminal y de crimen de Estado. Él necesita expresarse y expresar algunas cosas peligrosas que no se admiten en la Albania de Hoxha. La verdad es que se limita a escribir, o a tratar de escribir con normalidad, en el lugar más anormal del mundo: en eso consiste la resistencia de su literatura. Después, leída por otros, esa resistencia que es producto de la necesidad de respirar y de expresarse, puede ser tomada como un arma política, pero eso sucede ya desde el lado de la interpretación, no en el origen de la creación de las obras, que no obedecen tanto a la necesidad de oponerse como a la necesidad de expresarse libremente. Pero claro, intentar hacer algo con libertad en esa Albania es, obligatoriamente, un ejercicio de oposición, de rebelión. Y, al final, también de resistencia política”.
Y el propio Kadaré reafirma esta idea:
El único acto de resistencia posible en un régimen estalinista clásico es el de escribir –o puedes acudir a una reunión y decir algo realmente muy valiente, y serás asesinado. Creo que he sido muy afortunado por haber podido publicar de tiempo en tiempo. Un montón de escritores, simplemente, fueron represaliados”.
El ensayo Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema tiene su germen en un trabajo de fin de Máster y en una posterior tesis doctoral que recibió el cum laude. Sin embargo, el autor no quería limitarse a reproducir una versión resumida de estos trabajos, hasta que encontró la forma de articular el ensayo:
Era fundamental viajar a la Albania de Kadaré, es decir, a la Albania de sus novelas y a la Albania de su infancia: a su localidad natal, a Gjirokastër. Al visitar esa ciudad tan hermosa, pero tan dura, escarpada, pétrea, comprendes mucho mejor el imaginario del escritor y los matices de su prosa. Descubrí, no solo en la localidad natal de Kadaré, esa Albania que aparece en sus obras, especialmente en Tirana, con un pie en el pasado y otro en el futuro. Fue una visita inolvidable que estoy deseando repetir, porque tuve la ocasión, y esto fue lo mejor de todo, de moverme en el escenario de las novelas de Kadaré como si habitara en un diorama de sus obras; eso es un lujo para el estudioso de cualquier autor”.
El resultado es un libro que encierra muchos libros, que permite infinidad de lecturas, que abre puertas y que celebra, por encima de todo, la escritura y la lectura. La llegada de Kadaré al universo lector de José Carlos Rodrigo Breto le causó un terremoto que ha intentado compartir y transmitir a quienes se acerquen al ensayo:
Mi descubrimiento de Kadaré, tan afortunado, supuso la reconciliación con la Gran Literatura, la demostración de que es posible crear una obra de calidad inmensa en las condiciones menos favorables y me llevó a convertirme en comparatista. Mucho de lo que soy como comparatista se lo debo a Kadaré y a la intrincada red de correspondencias que establece con otras obras, mitos e imaginarios, y que aparecen en sus novelas. Kadaré significó para mí, en un momento crucial, el regreso a los brazos de la literatura, el redescubrimiento del amor por los libros, incluso la vuelta a la universidad para realizar una nueva carrera; por eso le debo, completamente, el haberme convertido en comparatista. Gran parte de todo ello he intentado devolverlo y devolvérselo en el ensayo, que es, fundamentalmente, un ejercicio de literatura comparada”.
Porque lo excepcional de la obra de Kadaré, la circunstancia que lo ubica junto a KafkaCervantes Dante, es su carácter de resistencia tranquila mientras se encuentra inmerso en un mundo completamente disparatado y peligroso:
¿Qué hice yo bajo el régimen totalitario? Simplemente hacer literatura normal en un país anormal; eso ya es mucho”.
En efecto, es mucho; tanto como para componer una de las obras literarias de mayor riqueza y complejidad que se han dado entre la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI. Y una de las claves de este éxito lo desvela Kadaré en estas declaraciones:
 “Mis jefes no han sido los jefes de la Albania comunista. Mis jefes son los jefes del mundo de la literatura: Dante, Shakespeare, Goethe, Kafka. Su presencia relativizó la presión del régimen que tenía que soportar”.
Una novelística formidable que ha encontrado en este ensayo de José Carlos Rodrigo Breto una celebración de la Gran Literatura, apoyado por una editorial de evidente talante ensayístico. La combinación resultante ha sido el primer libro que ahonda en la obra del albanés, que la interconecta con todos sus imaginarios y que la entrega al lector lista para su lectura y disfrute.
José Carlos Rodrigo despliega toda su perspicacia de comparatista para acercarnos a un Kadaré deslumbrante y original:


Eso es, disfrute: porque José Carlos Rodrigo Breto entiende la literatura como un goce, y el inmenso amor que tiene por los libros se ha traducido en un ensayo que, además de traernos a Kadaré, nos brinda la posibilidad de pasárnoslo en grande. Algo que, tratándose de un ensayo, tiene mucho mérito.
La presentación de este ensayo tendrá lugar mañana miércoles 14 de noviembre en la librería La Central de Madrid.

viernes, 16 de marzo de 2018

A diez años de la independencia de Kosovo: literatura en el Campo de los Mirlos



*Esta columna apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/a-diez-anos-de-la-independencia-de-kosovo-literatura-en-el-campo-de-los-mirlos/

El pasado 17 de febrero, sábado, las calles de Pristina se abarrotaron porque estaban de celebración. A las cero horas de esa noche, se cumplían diez años de la Declaración de independencia. Una Declaración polémica y conflictiva, producto de una guerra brutal que dejó al menos 13 mil muertos y que necesitó de la intervención de la OTAN, que bombardeó durante la operación Allied Forcelocalizaciones en Belgrado como una forma de que Yugoslavia se retirase de Kosovo y pusiera fin a la crisis humanitaria y a las limpiezas étnicas. Mucho dolor y mucho sufrimiento para uno de los conflictos más infames de nuestra historia moderna europea que terminó alumbrando a un país tan pintoresco como conflictivo.

En las calles de Prístina, ese sábado por la noche, el del concierto de Rita Ora, podía verse a una multitud enfervorecida que transportaba las banderas azules de la República de Kosovo, junto algunas enseñas rojizas de la vecina Albania. Mujeres vestidas de fiesta se mezclaban con mujeres en burka (no hay que olvidar que el 96% de la población es musulmana), mientras sobre el escenario una de las mayores celebridades del país ofrecía el concierto del aniversario.

Rita Ora es natural de Pristina, pero con apenas un año de vida sus padres huyeron del dominio yugoslavo sobre la región y se instalaron en Londres. Una canción suya, Shine Ya Light, dio la vuelta al mundo mientras la artista aparecía en el video clip con Pristina como escenario. Actuaba de pinchadiscos, a ritmo de rap, sobre el monumento NewBorn, la escultura tipográfica conmemorativa de la independencia de Kosovo (independencia no reconocida aún por todos los países de Europa —España entre ellos— y tampoco por algunos de otros continentes).
Bajo esa presunta cotidianidad de la modernidad kosovar mana una corriente subterránea de sangre, una memoria de agravios todavía pendientes de ser cancelados con la necesidad de la justicia. Quizás, solamente, habría que dejar de mirar hacia otro lado y enfocar la visión de la responsabilidad de cada político, de cada escritor, de cada intelectual, recordando lo que dijeron, cómo lo dijeron en aquellos momentos y, algo que resultaría de capital importancia: por qué hicieron lo que hicieron.

En cualquier caso, el espinoso asunto de la independencia de Kosovo no puede alejarme del verdadero asunto de esta columna: la literatura kosovar o algunas novelas que se ocupan del tema de Kosovo. Porque los españoles hacemos una inmediata asociación con Kosovo: violentos mafiosos albanokosovares o paramilitares, siempre las recurrentes imágenes de aquella guerra o la idea de que la República de Kosovo es un estado Cartel que se financia con el tráfico de armas y drogas. No voy a entrar a discutir estas afirmaciones. Este no es lugar para ello. Aquí se habla de literatura. Una literatura, aún hoy, lamentablemente manchada de sangre.
Dos vistas del peculiar edificio de la Biblioteca Nacional de Kosovo, en Pristina, garante de una cultura que se ha abierto paso entre bombas y fuego:


¿Existen escritores kosovares? Existen, desde luego. En primer lugar hay que remarcar que esta literatura se desarrolla, abrumadoramente, en lengua albanesa, por lo que se puede definir como una literatura kosovo-albanesa. ¿Existen traducciones al español de escritores kosovares? Pues no. Al menos yo no conozco ninguna.
Sus más reputadas firmas son, sin duda, el poeta Esad Mekuli, aunque montenegrino de nacimiento, después se convirtió en una figura intelectual determinante en Kosovo y está considerado por los estudiosos como uno de los padres de la poesía de la zona; Anton Pashku, autor de relatos y novelas experimentales cercanos al estilo de Musil y de Kafka; y el crítico literario, además de político, Rexhep Qosja.



Así que la obra de estos autores, de los que he destacado tres de entre muchos, es inalcanzable para el lector español a día de hoy, pero no sucede así con algunas novelas que tratan del problema de Kosovo, y que vienen de la mano, como no podía ser de otra manera, de la prosa del albanés Ismaíl KadaréTres cantos fúnebres por Kosovo (Tirana, 1998) y El cortejo nupcial helado en la nieve (Tirana, 1986), ambas en Alianza Editorial. Quiero dedicar un espacio de esta columna de hoy a la primera novela.


Tres cantos fúnebres por Kosovo es una novela histórica vertiginosa. Bajo su nervio late un pulso especial, se percibe una vibración que la atraviesa, ofreciendo un deslumbrante tríptico de la medieval batalla de Kosovo. Un tríptico de sangre y muerte, cargado de dolor, algo de rabia y toneladas de tristeza y desesperanza.
El texto respira con violencia, borbotea espeso y contundente en el fondo de cada una de sus frases, de sus líneas y párrafos; encontramos algo más que la descripción literaria, en mayor o menor medida respetuosa con los sucesos históricos, y nos topamos con el origen de un problema de odio enquistado, la larga historia de una tradición sobre el aborrecimiento entre serbios y albaneses.  Un odio que se hace extensible a la intolerancia religiosa y al propio carácter destructivo, vengativo y rencoroso, del ser humano.
El asunto de Kosovo es un asunto delicado y muy doloroso. Kadaré, aquí, se remonta hasta una parte del conflicto, pero no a sus inicios. Queda muy claro que la coalición cristiana, integrada por húngaros, serbios, rumanos, bosnios y albaneses, entre otros, ya se trataba con inmemorial odio y encono en todo lo relacionado con esa región balcánica denominada como el Campo de los Mirlos. Que se hayan unido ante un enemigo común y mayor, esta vez, codo con codo, es un asunto meramente circunstancial.
Así lo demuestran los aedos, fidedignas fuentes de la tradición del odio, cuando entonan sus cánticos populares para entretener a los Príncipes en las horas previas a la batalla. No pueden evitar, aunque el ambiente sea de coaligados, cantar en sus baladas los enfrentamientos entre serbios y albaneses, o viceversa, por la cuestión de Kosovo.
Diríase que es un asunto enquistado en las conciencias de una forma mecánica y que, ocurra lo que ocurra, sean cuales sean las circunstancias, el aborrecimiento, el odio y los cantos se repetirán una y otra vez, incluso cuando ambos bandos hayan fracasado en su alianza y extraviado la región a manos del Imperio Otomano, producto de una humillante derrota militar.
El desastre que vendrá por Kosovo significará que los turcos encontrarán aquí, en los Balcanes, una forma de acceso, la entrada directa y hasta el corazón de Europa, continente que se verá, con el tiempo y los años, amenazado hasta el mismo cerco de Viena. Ese desastre, esa tremenda desgracia acongojante, la derrota de los aliados cristianos sobre la llanura, es un fracaso narrado con pulso estremecido en el primero de los cuadros que Kadaré presenta en los Tres cantos fúnebres por Kosovo. En efecto, se trata de una suerte de tríptico sobre la Historia, sobre el rencor y el sometimiento de gran parte del continente ante el poder militar de la Sagrada Puerta.
Es el día 15, del mes de junio del año 1389, y el autor, acercando una lupa que amplía con minuciosidad y colorido ciertos aspectos, se va fijando en los campamentos de los dos ejércitos, en sus tiendas, en las actitudes y aptitudes de sus líderes, en el comportamiento de los soldados, en los preparativos para la batalla, en los miedos que albergan las cabezas de quienes serán protagonistas…
Tras la primera fase del libro, el segundo cuadro del tríptico escrito por Kadaré presenta a dos aedos. Uno serbio, Vladan, y otro albanés, Gjorg Shkreli, que huyen de la batalla, del desastre de la derrota, y tratan de alejarse del avance turco adentrándose en Centroeuropa. La narración es ahora más contenida y calmada, plena de un espíritu reflexivo que plantea cuestiones referentes a la tolerancia religiosa, al perdón, al espíritu nacional y a esos componentes mágicos y misteriosos que fascinan al autor y que forman parte del manantío, fijación y posterior conservación de los cantos épicos y de las tradicionales poesías orales.
Los dos rapsodas, cada vez que se ven en la obligación de actuar en público, entonan una y otra vez cantos de odio mutuo entre serbios y albaneses, enconados por Kosovo. Simplemente, no saben hacer otra cosa más que repetir lo que han aprendido.
Cargados de gran simbolismo, el lahutare albanés y el serbio con su gusla, representan la memoria de las dos naciones, la irracionalidad del odio heredado que va más allá de las reflexiones, el peso de la tradición y el milagro de la tradición oral. Quizás, en este sentido de empatía con uno y otro bando, de neutralidad o de afán por conciliar el dolor de los pueblos, la última fase del tríptico de Kosovokadareano es el lamento del propio Murat I, fallecido durante la batalla y cuya sangre ha quedado recogida en una vasija e introducida en un túmulo sobre la llanura del Campo de los Mirlos.
El sultán asesinado lamenta aquello que entiende como una maldición de su sangre, reflexionando desde una situación de noexistencia con la clarividencia que le proporciona una perspectiva de siglos a la vez que atemporal: sobre aquellos campos pesa y pesará el odio, la muerte siempre estará presente mientras rapsodas como Vladan y Shkreli continúen obcecados en cantar el mutuo aborrecimiento de ambos pueblos, en lugar de atender a cuestiones de mera supervivencia común.

La historia de Kosovo es, fundamentalmente, una historia de sangre porque, tal y como cierra Kadaré el texto:
bastan unas gotas de sangre para contener en su interior toda la memoria del mundo”.
Por todo ello, una memoria de Kosovo, como esta que lleva a cabo Kadaré, no puede ser sino una memoria de sangre: una memoria siempre dolorida, una memoria fúnebre.
Por mucho que Rita Ora celebre esa independencia, a los lados de las carreteras de Kosovo brotan esas tumbas con lápidas de pizarra negra; sobre ellas el retrato del guerrillero fallecido. Casi todos los muertos tenían entre los 16 y los 18 años de edad. Demasiado dolor.

Con la fiesta del pasado 17 de febrero, mientras Rita Ora iniciaba la cuenta atrás que conducía al aniversario, esa memoria infame de la humanidad que se encuentra latente en ese Campo de los Mirlospudo despegarse un poco de nuestros corazones y, por un instante, mecernos en el poder curativo de la música, del arte, de la literatura y de la concordia.
Pero solo por un breve instante.