miércoles, 23 de octubre de 2013

El jinete con halcón (ficha bibliográfica)



Título original: Ikja shtergut

Primera edición en: 1986.

Ediciones en España (en el volumen se incluyen tres novelas cortas: El jinete con halcón, La historia de la liga albanesa de Escritores frente al espejo de una mujer y El vuelo de la cigüeña):

1--Alianza Editorial; Madrid: 2002. 152 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección Alianza Literaria, nº 81.

2-Alianza Editorial; Madrid: 2009. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 729.

3-Alianza Editorial; Madrid: 2009. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 729. 2ª Edición.

Frías flores de marzo



Frías flores de marzo es un texto difícil, al lector le cuesta ir entrando en él. Algunos críticos lo han relacionado, tal vez por su complejidad, con ciertas fases de Spiritus, pero esta novela se aleja en algunos aspectos de aquello, y aporta otros recursos no exentos de riesgo y, en algunos casos, quizás un riesgo que no ha resultado. De ahí, que sea una de las obras que menos me transmite de su autor, y que resulta difícil desentrañarla, con una lectura como atascada en la que Kadaré no termina de fluir como es habitual en otras novelas.

Dentro de un texto que en muchas ocasiones parece descentrado y con problemas de manantío, sin embargo, se plantean algunas cuestiones que, aunque apuntadas en las anteriores obras de su autor, no se habían abordado de una forma tan directa como para resultar el meollo de una novela: el comunismo ha caído y una nueva Albania se presenta al mundo. Esta quiebra del régimen de Hoxha permite la ocasión de modernizarse, pero con la libertad reaparecen anteriores tradiciones, acogotadas por el comunismo, que son todo lo contrario al sinónimo de la modernidad.

Y si algo ha estado sojuzgado por el régimen, eso ha sido el derecho albanés secular, su codigo de sangre conocido como kanun. La deuda y la venganza de sangre son instituciones retrogradas pero, prohibidas durante decenas de años, aparecen tras la quiebra comunista como un signo de modernización, de liberación. Lo viejo, así, momentáneamente se hace nuevo, en una paradoja histórica, y el país anteriormente oprimido y ahora libre, entra en conflicto, sin llegar a entender que señales proporcionan la modernidad y cuales significan el gran atraso.

De esa manera, en Frías flores de marzo se refieren diferentes comportamientos que arrastran de la mano la idea de modernidad para el albanés desencadenado. Una de ellas, que se repite asiduamente e impregna el texto con reflexiones recurrentes, es el atraco a un banco, un suceso impensable de haber sido cometido durante todo el periodo comunista, pero un hecho común y a diario en el mundo occidental, en el mundo libre. En Albania ya se atracan los bancos… al estilo de las películas; Albania ha entrado con los atracos (y con la inseguridad ciudadana) en la modernidad de Occidente y del capitalismo.

La inseguridad ciudadana, o el deseo de mayor seguridad, es otro síntoma bien curioso. La supuesta inviolabilidad de domicilio, desde luego, no estaba muy garantizada durante el reinado de la Sigurimi. Sin embargo, el temor a que irrumpieran los servicios policiales en la casa y en mitad de la noche para efectuar una detención era el miedo tipo del albanés. Ahora, con la caída del sistema y la desaparición tutelar del Estado, las viviendas están seguras ante la patada en la puerta de la represión policial y política, pero expuestas a los robos y a los criminales comunes.

El protagonista de la novela, el pintor Mark Gurabardhi, pronto instala nuevas cerraduras y puertas anti-atraco en su estudio. Abraza, así, un pedacito de occidentalización que viene de la mano del pánico, de la angustia para salvaguardar la propiedad privada, de la toma de conciencia de poseer pertenencias potencialmente arrebatables por delincuentes comunes y no en nombre del socialismo, del Estado o del bien común.

Una occidentalización que también llega a las costumbres sexuales. En ese sentido será la amante de Mark quién entienda de diferentes formas de modernizar los comportamientos en la cama (el pubis depilado, determinadas prácticas europeizantes). Son tiempos modernos, que entran en tensión con las costumbres desarrolladas por el anterior régimen comunista y colisionan con la recuperación de las tradiciones milenarias y arraigadas que resurgen con fuerza.

En mitad de este batido de modernidad, Kadaré elige una estructura y un texto que también parece presentar idénticas tensiones entre clasicismo e innovación. A los capítulos corrientes se les oponen lo que denomina contracapítulos, que vienen a ser fabulaciones o reflexiones míticas ancladas en historias clásicas, y que sacan al lector de la narración de la historia principal, que es el devenir de Mark Gurabardhi.

Estos contracapítulos son interludios oníricos que recurren a la mitología griega y latina, una tradición que resulta un elemento siempre tan significativo en la novelística de Kadaré, presentando así un contrapunto a la perspectiva que de la historia y de Albania, y de los momentos actuales en los que se desarrolla la acción, posee Mark.

De esta forma, el primer contracapítulo, amalgama varias cuestiones en diferentes planos literarios. Por un lado hay cierto eco del Kafka de La transformación y de El proceso, por otro late una corriente que recuerda a Las metamorfosis de Ovidio, y por último convoca a los mitos y las leyendas fantásticas del romanticismo alemán, como la Ondina de Fouqué, por ejemplo. El contracapítulo primero narra la boda y la noche de bodas de una mujer que, castigada sin saber muy bien qué delito ha cometido (al estilo de Josef K.) y con la permisividad de la familia, se enlaza con una serpiente.

El contracapítulo segundo se centra en el denominado “funcionario de la muerte” y en la historia de Tántalo, que ha robado la inmortalidad y, también, sobre Prometeo y el hurto del fuego… interpretado como una enorme conjura política en donde Zeus aparece como el Gran Tirano –algo que Kadaré ya había manifestado en su ensayo sobre Esquilo-, recurriendo el autor al motivo denominado como Gran Estratagema, pilar fundamental de sus novelas “políticas”.

El resto de los contracapítulos continúan con su función onírica, casi surrealista, de ofrecer un contrapunto a la historia narrada. La toma de declaración al iceberg que hundió el Titanic como si fuera un criminal político, el descenso a unos infiernos circulares (Dante siempre presente en la novelística de Kadaré) a la búsqueda de unos expedientes secretos que llevan, incluso, a los dirigentes socialistas y al sucesor del Gran Líder a adentrarse en cavernas en pos de un misterioso archivo secreto que contiene documentos comprometedores…

Estos capítulos a contrapelo de la narración van iluminando la trama, a medida que el lector se va haciendo con un texto incómodo, en una lucha que Kadaré plantea, en este libro, con sus receptores que son, quizás, descifradores de todos esos mensajes ocultos que se concatenan mediante la imaginería habitual kadariana, tal vez retorcida o algo mas desquiciada que de costumbre, hasta acariciar unas gotas de surrealismo.

En ese sentido, Kadaré apunta sin llegar a cristalizar, una innovación bien moderna en Frías flores de marzo, y es la de articular la novela en diferentes planos paralelos, con realidades diferentes que cohabitan, acercándose a lo que se conoce como novela quántica. El protagonista, Mark, arrastra la culpa de haber decepcionado a su padre, que siempre quiso que fuera oficial de policía en lugar de pintor.

De esa manera, en varias ocasiones la trama se desvía a un plano en el que Mark es policía y se fija en sus actuaciones, para después retomar la “otra” línea narrativa de la presunta “realidad” del pintor. Se nos presentan dos mundos en los que suceden acciones distintas, salpicadas por interludios oníricos que albergan saltos en el tiempo, quiebras y aceleraciones, como si la novela se hubiera desintegrado en partículas, y los trocitos los hubiera vuelto a montar el autor, desdeñando la linealidad, la coherencia temporal y la pura lógica narrativa.

La tensión entre lo antiguo y lo moderno, con la estructura narrativa elegida por Kadaré, también refleja esa tensión que vehiculiza la novela y, como ocurre en el texto, queda sin resolver, principal cuestión que presenta Frías flores de marzo, la del avance dificultoso hacia la nada, hacia la irresolución, hacia el complejo edípico y de culpa que lo obstaculiza todo.

El crimen de Estado, la degradación moral que ha impuesto durante décadas el régimen comunista de Hoxha, horadó tan hondo la conciencia de las gentes que obstaculiza cualquier avance. El pánico ante la nueva situación se resuelve con un salto al pasado, al momento anterior a Hoxha, con la recuperación de las tradiciones míticas, bárbaras, que proporcionan seguridad.

Así, se realiza un descubrimiento; Mark Gurabardhi, el pintor, realiza ese descubrimiento, casi tan epifánico como devastador: las tradiciones bárbaras siempre han permanecido, el régimen de Hoxha era un régimen medieval y sanguinario, y los nuevos aires de la Europa occidental y su sociedad de libre consumo, no dejan de ser lo mismo.

El avance, el progreso, la modernización, no es más que una mentira. Un imposible. Y Mark no puede más que sentir deseos de romper a llorar al término de la novela.

domingo, 13 de octubre de 2013

Frías flores de marzo (ficha bibliográfica)



Título Original: Lulet e ftohta të marsit

Primera edición en Albania: Tirana: 2000. Onufri, 180 pp.

Ediciones en España:

1-Alianza Editorial; Madrid: 2001. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección Alianza Literaria, nº 60.

2--Alianza Editorial; Madrid: 2009. 208 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 0730.

3--Alianza Editorial; Madrid: 2009. 209 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 0730. 2ª Edición.

Diario de Kosovo. Artículos, cartas y otros textos.



Se divide este Diario de Kosovo en cuatro secciones claramente diferenciadas, cumpliendo con el subtítulo otorgado por la editorial de Artículos, cartas y otros textos. Una primera parte, la central de la obra y que le da nombre, se compone de las ochenta y siete notas que Kadaré apuntó en forma de diario sobre el conflicto bélico de Kosovo, desde el mes de enero de 1999 y que se interrumpen a mediados del mes de octubre. A continuación del diario, se recogen seis artículos periodísticos del escritor, en donde reflexiona sobre el problema, publicados en la prensa internacional entre los años 1994 y 1999.

Después, el volumen se completa con dos prólogos a otros dos libros que abordan el mismo asunto kosovar (un ensayo y una novela), y toda esta recopilación se cierra con tres cartas del propio Kadaré dirigidas a tres primeros ministros y líderes europeos, redactadas durante el mes de septiembre de 1991.

En sus notas al diario propiamente dicho, Kadaré se aleja de la manera que anteriormente había abordado el problema en su obra Tres cantos fúnebres por Kosovo. En efecto, aquello era una novela, una novela en forma de tríptico histórico, y estas anotaciones nada tienen que ver con la narración ni con la ficción. Son producto del análisis de una realidad política y militar a la que el escritor tiene el privilegio de asistir en calidad de influyente generador de opinión, como una de las partes afectadas, o en representación de ella.

La ficción ha dejado paso a la realidad, a la realidad más dura, violenta y descarnada. A una serie de aberraciones, matanzas y genocidios, a la limpieza étnica, a las maniobras de intervención de la OTAN con sus bombardeos de castigo sobre Serbia, eso también, acciones ante las cuales la sensibilidad del intelectual albanés no puede permanecer indiferente. Por encima de todo aparece un motor que genera las reflexiones: el martirio del pueblo albanés en Kosovo, víctimas a manos de los serbios y de su política de exterminio.

De esta manera, Kadaré despliega sus esfuerzos en relaciones con políticos, intelectuales y otros escritores, al efecto de socorrer a sus compatriotas. Por las notas del diario desfilan presencias y nombres pro-albaneses y anti-albaneses, pro-kosovares o pro-serbios, delineándose el universo que en esos instantes vive el autor, compuesto por los afines a la causa y los contrarios a ella, es decir, los criminales que apoyan el genocidio.

Desde Mitterrand a Peter Handke, de Günter Grass a Herta Müller, pasando por Costa-Gavras o Mikis Theodorakis, de Madeleine Albright a Slobodan Milosevic, Javier Solana o el paramilitar Arkan, todos ellos aparecen colocados sobre este tablero de ajedrez político que nos descubre Kadaré, ocupando sus escaques, comprometidos con la libertad, el humanismo y la justicia, o enfangados con la muerte de la que son partidarios y ejecutores. Y al fondo, el pueblo de Kosovo que soporta las deportaciones, las matanzas, mientras Europa realiza sus maniobras diplomáticas y el continente asiste al drama proyectado en las pantallas de la televisión.

Kadaré busca alcanzar al lector un Kosovo que vaya más allá de los noticieros y telediarios. Porque el Kosovo de la televisión, de las declaraciones de los políticos, es un Kosovo manipulado, falseado en virtud de las intenciones de cada parte. En las entradas de su diario, el autor busca iluminar la verdad de la región, poniendo en claro los orígenes geopolíticos y la realidad de una historia que es sistemáticamente manipulada por los serbios, a cuya manipulación prestan oídos los europeos. Al hacerlo, equiparan los derechos y sufrimientos de los verdugos con las víctimas, y ese es el principal encono de Kadaré, poner fin y aclarar una situación tan lacerante.

La manipulación de la historia llevada a cabo por la Yugoslavia comunista y la Serbia nacionalista del momento no deja de ser uno de los temas afines al imaginario literario de Ismaíl Kadaré. Con mayor razón, por ello, que le preste tanta atención al ser uno de los detonantes del conflicto y, además, la forma en la que los serbios pueden emboscar sus actitudes criminales. Serbia llevaba siglos deformando, prostituyendo, corrompiendo la historia, para legitimar su presencia en Kosovo y justificar su política de crímenes. Aunque estamos ante un asunto bien alejado de la ficción, la denuncia de manipulación histórica recuerda a las maniobras de rectificación de la Historia que narra Orwell en 1984 y, por supuesto, entroncan con las mentiras que el propio régimen estalinista llevó a cabo (borrado de fotos, supresión de documentos, etcétera).

Aparte de que Kadaré se tope en este doloroso asunto con algunos de los fantasmas que pueblan su imaginario, especialmente con los fantasmas de la manipulación y la conspiración, tan propios del comunismo, las líneas de la realidad de los acontecimientos que expone en su diario vienen a demostrar que, desde la batalla de Kosovo (ya utilizada en provecho propio por el eslavismo en general y Serbia en particular), Albania y la región ubicada en el campo de mirlos han venido experimentado una sistemática campaña de desprestigio y mentiras, con objeto de que, en un momento dado, su exterminio haya sido, si no abiertamente permitido, si tolerado por la opinión internacional.

En la línea de argumentación, estudio y análisis de un asunto tan complejo, se desarrolla la segunda parte del libro: los artículos de Kadaré publicados en la prensa internacional. Con ellos busca azotar conciencias, advertir de las masacres y avisar de la guerra con la intención de subvertir el estado político de las cosas en esos momentos. La voz de Kadaré es una voz de peso en el panorama intelectual europeo, como queda demostrado por la publicación de estos artículos en cabeceras de primera fila y prestigio como son El País o Le Monde.

Sin embargo, después de tantas notas y argumentaciones, de tanto porfiar para obtener la paz y una solución dialogada, queda la amarga impresión de que la voz de Kadaré, como la de otros tantos intelectuales europeos, se ha perdido por un sumidero en el mismo momento en que se inició la primera limpieza étnica, en el momento en que partió la primera columna de deportados de Kosovo, incluso ante el lanzamiento de la primera bomba de la OTAN.

Los Balcanes y Kosovo aparecen como una quiebra de la intelectualidad europea. Los dos prólogos de Kadaré a sendos libros sobre el asunto, uno de tono ensayístico de Ibrahim Rugova y una novela de Rexhep Qosja, parecen dirigirse en este sentido: estas voces son voces ignoradas.

Las cartas a Mitterand, George Bush y Vaclav Havel, que cierran el volumen, dirigidas por Kadaré a estos presidentes pidiéndoles ayuda en la cuestión de Kosovo y apelando al humanismo y la responsabilidad política y moral que se les supone a los líderes democráticos hacen pensar que, con la perspectiva actual -a casi quince años desde el conflicto-, en el asunto de Kosovo y de Serbia, Europa ha ganado la guerra y perdido la paz, una paz que se lleva edificando en un proyecto de política y unión europeas sobre un territorio balcánico empapado en sangre.

La construcción de ese destino común europeo, sin zanjar con justicia la cuestión balcánica, avanzará con un enorme peso moral, un lastre de deuda moral, que abrumará para siempre las conciencias y acabará por impedir todo progreso de futuro aunque la cantante de origen kosovar Rita Ora, en una demostración de que en efecto corren otros tiempos de modernidad sobre el campo de mirlos actual, ruede un videoclip de su tema Shine Ya Light para la MTV con Pristina como escenario y actúe de pinchadiscos, a ritmo de rap, sobre el monumento NewBorn, la estatua conmemorativa de la independencia de Kosovo (independencia no reconocida aún por todos los países de Europa).

Bajo esa presunta cotidianidad de la modernidad mana una corriente subterránea de sangre, una memoria de agravios todavía pendientes de ser cancelados con la necesidad de la justicia. Quizás, solamente, habría que dejar de mirar hacia otro lado y enfocar la visión de la responsabilidad de cada político, de cada escritor, de cada intelectual, recordando lo que dijeron, cómo lo dijeron en aquellos momentos y, lo que resultaría de capital importancia: porqué hicieron lo que hicieron.