sábado, 28 de septiembre de 2013

El vuelo de la cigüeña



El vuelo de la cigüeña es una “micronovela” publicada en 1986, tal y como parece definirla Ismaíl Kadaré, integrada en el volumen editado en España con el título Frente al espejo de una mujer y en el que aparece junto a otras dos narraciones de similares características, El jinete con halcón y La historia de la Liga albanesa de escritores frente al espejo de una mujer, que en su momento también pasarán por el análisis en este blog.

Hace un tiempo, para un congreso de literatura y erotismo, tuve la oportunidad de leer mi comunicación Eros encadenado: Sexo y totalitarismo en Pequeña Pornografía Húngara de Esterházy –se puede consultar la comunicación en mi bitácora de crítica literaria La ficción gramatical, como parte de la reseña que allí posteo sobre la novela de Esterházy-. En esta comunicación defendí que existía lo que llamé “una vía sexual de escape” al totalitarismo, tal y como se podía leer en la novela del autor húngaro. Pues bien, El vuelo de la cigüeña es un ejemplo de esta salida, del sexo como resistencia ciudadana, intelectual.

En efecto, en la narración de Kadaré se nos muestra un escritor auténtico, el poeta albanés Lasgush Poradeci, sistemáticamente represaliado, ninguneado por el régimen de Hoxha, marginado bajo la hégira comunista. El silencio que el régimen abatió sobre su figura fue tal que muchos de sus colegas lo llegaron a creer muerto, mientras él llevaba una vida anónima de tipo “exilio interior” en su retiro de Pogradec, donde fallecería en la miseria. Pero Kadaré quiere dar un giro romántico, incluso con ciertos toques de venganza, y añade algo, un detalle definitivo en la vida de Poradeci que le hace ser la admiración del resto de la comunidad de escritores y pensadores, de intelectuales albaneses: a sus ochenta años vivirá un romance, una pasión amorosa con Ana G.

Pronto, el significado de este amor adquiere un relieve especial, se convierte en todo un símbolo para la comunidad de escritores, toda una forma de resistencia. El régimen de Hoxha, que ha impedido la poesía de Poradeci, no ha conseguido evitar que conozca el amor en el ocaso de su vida, con ochenta años, que se enamore, que deguste, acaso, la experiencia más poética de todas. Con el romance del poeta la dictadura de Hoxha ha fracasado, Poradeci es libre, ha encontrado su “vía sexual de escape” haciendo uso de lo único que el Partido no podía robarle ni prohibirle: el amor. Y con él, o a través de él, un nuevo acceso a la poesía.

Triunfo, con mucho de venganza, el que narra Kadaré en esta nouvelle. Victoria total del anciano poeta segregado por no aceptar las directrices del realismo socialista y las bondades del héroe positivo que preconizaba la Liga Albanesa de Escritores, voz del Partido Comunista. El amor en la senectud es un acto de resistencia, pero también es la escapada del corazón en libertad, la forma en la cual el individuo asalta y quiebra la barreras de un régimen que trata de aniquilarlo como persona, obstinado en que se convierta en autómata.

Si en Pequeña Pornografía Húnagra de Esterházy los personajes emprenden una salida de la realidad opresiva mediante las relaciones sexuales como forma de alterar la miseria del día a día y demuestran que el Partido o el Estado no son dueños de su sexo, en El vuelo de la cigüeña, el poeta, no sólo emprende la liberación por el sexo y el amor, sino que, gracias a ello, escribe su mejor poema, su mejor poesía, que será una que, además, el régimen de Hoxha se verá impotente a la hora de poderla censurar. La noticia ha corrido por todos los mentideros de la capital y el gesto de Poradeci ha dado esperanzas a sus colegas amargados.

Y todo ello con la paradoja de que, en la ciudad de Pogradec, donde han tenido lugar los acontecimientos, muy cerca de la residencia del poeta, se encontraba descansando en su asueto veraniego el propio Lider, Enver Hoxha en persona, a poca distancia del autor al que había aniquilado literariamente y que ahora perpetraba semejante ejercicio amoroso de libertad individual a unas manzanas de casas.

La obra, que forma un todo temático con las otras dos “micronovelas” del volumen, se amalgama con ellas en derredor a la idea de las posiciones y actitudes que toman los diferentes escritores que se encuentran bajo este tipo de regímenes totalitarios, bien sufriendo represalias, bien escribiendo al dictado, bien haciendo juegos de malabarismos políticos de supervivencia.

Porque escribir en el país de Hoxha no era una cuestión de literatura, sino un asunto, muchas veces, de supervivencia y, en demasiadas ocasiones, cuestión de vida y de muerte. Y que un poeta de ochenta años tuviera una relación amorosa subvertía al régimen y a los ideales comunistas tanto como una novela en donde, expresamente, no se hiciera ninguna alusión al Partido o en la que el héroe positivo del realismo socialista brillara por su ausencia.



viernes, 27 de septiembre de 2013

El vuelo de la cigüeña (ficha bibliográfica)



Título original: Ikja shtergut

Primera edición en: 1986.

Ediciones en España (en el volumen se incluyen tres novelas cortas: El jinete con halcón, La historia de la liga albanesa de Escritores frente al espejo de una mujer y El vuelo de la cigüeña):

1--Alianza Editorial; Madrid: 2002. 152 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección Alianza Literaria, nº 81.

2-Alianza Editorial; Madrid: 2009. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 729.

3-Alianza Editorial; Madrid: 2009. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 729. 2ª Edición.

jueves, 26 de septiembre de 2013

El cortejo nupcial helado en la nieve



Ismaíl Kadaré traslada su acción desde la Tirana o el Gjirokaster de sus anteriores novelas, a la Pristina de los tiempos de la Yugoslavia post Tito, que se tambaleará internamente a causa de la brutal represión que el ejército llevará a acabó contra los manifestantes que, un primero de abril de 1981, pedían la república para la zona del Kósovo. Un cambio de escena literaria, en efecto, pero el novelista prosigue narrando lo que ha caracterizado la mayoría de su obra, el aspecto al que me he venido refiriendo en otras entradas de este blog: la vida cotidiana bajo el comunismo. Una vida que se ve marcada por el miedo, independientemente del país o de la circunstancia que se habite.

El texto, una denuncia sobre la limpieza étnica llevada a cabo por la ex Yugoslavia, una reivindicación del Kósovo, o una reflexión sobre la violencia, el compromiso, la traición y la imposibilidad de un entendimiento entre facciones irreconciliables (que de todo eso hay y todo ello podría ser materia de análisis largo y complejo), además, refleja cómo transcurre la vida de las personas bajo el peso del Estado totalitario, en este caso un Estado herido, dubitativo e inseguro, tambaleante, que se sabe llagado y que por ello redobla sus esfuerzos con crueldad para combatir contra todos los enemigos que lo acechan. Un Estado que arremete con mayor virulencia contra sus ciudadanos, sabedor de que es insostenible una merma en el sentimiento de poder percibido por la gente. Por ello, mayor represión, mayor terror. Mayor control de las masas.

Kadaré elige una estructura temporal acorde con la intención de mostrar la monotonía de esa vida comunista insertada en el corazón del terror. El libro narra las circunstancias de la doctora Shkreli, que ayuda a los manifestantes heridos por las represalias del ejército, sin detenerse a pensar en que, como albano-kosovares e independentistas, son enemigos del régimen yugoslavo. Al parecer, esta doctora se basa en la mujer del literato montenegrino Esad Mekuli, importantísimo poeta de la ex Yugoslavia y muy considerado por algunos críticos y estudiosos, como Robert Elsie, que lo tienen como una pieza fundamental de la poesía moderna albanesa. De hecho, la doctora Shkreli, en la novela, aparece casada con un profesor de literatura y también poeta aunque, en una relación que se nos muestra de los títulos de los que el profesor es autor, nos encontramos más cercanos a un trasunto del propio Kadaré que del mencionado Mekuli –incluso, además, en los apuntes biográficos con los que nos ilustra la novela-.

Guiños literarios aparte, la doctora y el profesor-poeta están inmersos en un devenir de pesadilla. La estructuración temporal del libro pretende mostrarnos de inmediato esa circunstancia. La acción transcurre en apenas cuatro días, de los cuales, el primero, nos es narrado minuciosamente. Son jornadas de tedio, de preocupación y de una angustia opresiva donde el Estado se esfuerza por inculcar en el individuo el sentimiento de culpa, o cuanto menos, sembrar las dudas y los remordimientos que sirvan como detonantes para un desenmascaramiento. Casi todos los capítulos incluyen en su título la palabra “día”, una forma de fijar esa repetición del espanto.

La novela gira en torno al primer día, un día importante, el llamado “día de diferenciación”. Es el día en el que se celebra una asamblea, mil veces repetida anteriormente, buscando culpables ante cualquiera de los asuntos que hayan suscitado el desagrado oficial. La junta, que esta vez es la continuación de otras juntas anteriores que se han llevado a cabo para investigar la atención de los heridos por el asunto de Kósovo, repite una y otra vez, monótona e insistentemente, sus mismas preguntas.

El aparato busca la autocrítica, que los culpables se desenmascaren a sí mismos con sus propias confesiones, que profundicen en sus “crímenes” más y más hondo, hasta colmar las heces de la humillación y la vergüenza. Estas reuniones tienen lugar al término de las jornadas de trabajo, su duración es de varias horas, con la obligatoria asistencia del personal agotado, y poseen mucho más de interrogatorios en masa que de “comisiones de investigación”. Al final, con delaciones, chivatazos, o simplemente porque alguno de los asistentes no puede soportar la presión, las resistencias se derrumban y se producen esas declaraciones y, finalmente, las deseadas auto inculpaciones: ese es el resultado del terror psicológico del régimen.

Porque el régimen totalitario posee recursos psicológicos de presión que obran mayor efecto en el pavor de las gentes que los fusiles y los tanques. Así, en Pristina hay una orden que prohíbe mantener las puertas de las casas cerradas durante la noche. Este decreto provoca una inquietud y una ansiedad enorme en los ciudadanos, aterrados ante la posibilidad de que cualquier elemento policial o brigadista penetre en el domicilio sin ni siquiera tener la necesidad de llamar a la puerta ni formular previo aviso. Al “día de diferenciación”, con toda su presión y tensión, le sigue la “noche de puertas abiertas”, con la imposibilidad del descanso. Los sujetos, así, están siendo minados continuamente para que cesen en su resistencia.

Parecen recursos de ficción creados para un Estado orwelliano, pero es la Yugoslavia de 1981. Las personas vivían unos días desnaturalizados –tal y como los califica Kadaré en esta novela- permanentemente asustados y pendientes de la sensación de culpabilidad y de inseguridad ante el aparato del Estado. De fondo, además, se mueve la historia de un amor imposible entre un albanés y una serbia, segada de cuajo por la represión policial de la manifestación, que viene a complementar la desesperanza que emana el relato.

En el hastío totalitario, donde todos los días son iguales, consagrados en señalar y eliminar a los culpables, ni tan siquiera cabe un rayo de esperanza para el amor. La brutalidad todo lo puede. Sus engranajes aplastan, como las orugas de los tanques, cualquier expresión de la individualidad.

El cortejo nupcial helado en la nieve (ficha bibliográfica)

Título original: Krushqit janë të ngirë.

Primera edición en Albania: Tirana: 1986. Incluido dentro del volumen Koha e shkrimeve. Tregime novela përshkrime. Naim Frashëri, 408 pp.

Ediciones en España:

1-Alianza Editorial; Madrid: 2001. 152 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección Alianza Literaria, nº 51.

2-Alianza Editorial; Madrid: 2007. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 0728.

3-Alianza Editorial; Madrid: 2009. 176 páginas. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. 3 Colección El libro de bolsillo. Biblioteca de autor, nº 0728. 2ª Edición.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El año negro



El año negro es el año de 1913. El año del cometa, del Halley, por supuesto, ese que traía, para sus contemporáneos, miedo y destrucción y malos presagios celestes y, que para Albania, trajo su independencia y, como país ubicado en una zona balcánica y estratégica, la pugna de varias potencias por aquel territorio. El año negro relata esta lucha de todos contra todos, de las cuadrillas guerrilleras nacionalistas conformadas por patriotas y de los numerosos ejércitos internacionales que deambulaban asolando el país.

En aquella protoalbania del siglo XX, reinaba el caos político: los ejércitos austríaco, francés, montenegrino, el serbio, el tierno ejército albanés mandado por oficiales holandeses, así como diferentes bandas de guerrilleros, algunas facciones de grupúsculos musulmanes, se mezclaban en razzias, asaltos y breves combates, refriegas mortales y no exentas de crueldad y odio. El año negro narra, no sin cierto humor macabro que produce estupefacción durante la lectura de la obra, la constitución, peripecias, enfrentamientos militares y destrucción final, de una partida o cuadrilla de guerrilleros nacionales más conocida como los mokranos por su líder Doskë el Mokrano-.

La partida, que originalmente se forma como por broma, malentendido o accidente en una tasca, o mejor dicho, a la salida de ella, acabará, por un proceso que ya viene siendo vieja obsesión de Kadaré –la de la génesis de los mitos populares y las canciones- integrada en el imaginario del pueblo, al cristalizar en una balada que recogerá parte de los combates y refriegas de los mokranos, así como el final de sus miembros. Kadaré va confrontando estos hechos que podríamos calificar como de literarios con las ideas sentenciosas al respecto que habían concluido los libros de historia, es decir, con las ideas de la realidad que se hicieron los historiadores.

Se da, entonces, una contraposición entre la construcción de la historia literaria y la Historia propiamente dicha. Se confronta la verdad de las baladas, la forma en que los sucesos y sus protagonistas pasan de ser humanos a calcarse de forma indeleble en el imaginario popular que canta sus andanzas, con las otras fuentes, quizás más fiables, de la Historia y sus historiadores. Los protagonistas de los sucesos nunca se enterarían de las interpretaciones históricas de los sucesos que protagonizaron dado que, no en vano “en el momento en que se escribían los memoriales y se investigaba en los archivos, hacía años que ellos se pudrían bajo tierra”, nos advierte Kadaré.

¿Opera la Historia de espaldas a la realidad? ¿Son los historiadores, con su búsqueda de la exactitud, los creadores de las crónicas más inexactas de todas? ¿Radica la verdad en las baladas, y de ellas sólo hay que saber cribar los componentes mitológicos, de la tradición y  arraigo popular, para poder extraer una verdad histórica más cercana, clara, certera?

Diríase que El año negro, aunque narra todos esos acontecimientos geopolíticos, estratégicos y militares, fundamentalmente se centra en cómo esos hombres, los mokranos, por una extraña ósmosis, pasaron de un estado de carne y hueso a imprimirse en papel, a conformar parte del mundo literario baladista, desafiando así todo acontecimiento, toda historia y toda verdad. En el prólogo a la edición de Alianza Editorial, el traductor Ramón Sánchez Lizarralde asegura que esta obra pertenece al “periodo monárquico” de su autor, según la periodización establecida por Eric Fayé. Carezco de mayor información al respecto, supongo que esa catalogación de los periodos de Kadaré por Fayé aparecerá en su libro de 1991, Prométhée porte-feu, al que lamentablemente no tengo acceso de momento. Agradecería cualquier información al respecto de esta periodización.

 Aún cabe fijar la atención en una pequeña historia que se filtra dentro de la historia general de El año negro, y es la del príncipe alemán Guillermo Federico de Wied, finalmente elegido para gobernar el país, impuesto por intereses de las potencias más poderosas. El príncipe, algo azorado por la lejanía y desconexión completas con el territorio que le ha tocado, piensa en la posibilidad de hacerse la circuncisión como manera de contentar y conectar con los súbditos. Esta crónica de embajadas y embajadores, contrapuesta a la marcha campesina de guerrillas de los mokranos aparece en las voces de distintos embajadores y de la propia mujer, la princesa Sofía, aportando una visión distinta del conflicto, la de las cancillerías, no menos sucia que las embarradas acciones militares.

Kadaré mezcla, de esa forma, una cadena de sucesos históricos que van virando a lo simbólico, todo ello aderezado de algunos de los que son los grandes temas literarios que vienen caracterizando la obra del autor: el concepto de Albania, las baladas y su cristalización, la forma en que los sucesos se trasvasan en acontecimientos míticos, los aedos y rapsodas ambulantes, el destino de los albaneses, las cuestiones balcánicas, la infamia de los comportamientos políticos y la guerra. Escrito en el año del fallecimiento de Enver Hoxha, también nos vale este Año negro como una reflexión del caos y la desintegración de un país, y la incertidumbre del futuro que le esperaba a Albania.

Todo ello, pasado por un tamiz de oscuridad, en un soporte de humor negro chirriante, que deja un sabor en la boca y en las narices, tras la lectura, como a pez, y en el corazón cierta angustia inexplicable al estilo de esa mezcla de añoranza, memoria remota y tristeza mítica evocadora que nos rebosa cuando escuchamos o leemos algún cantar épico.