“La cólera
de Aquiles” es el texto de una conferencia dictada por Kadaré en Barcelona en
el año 2004 (véase la ficha bibliográfica en este mismo blog). En ella, el
autor divaga sobre algunos temas que siempre han sido ejes centrales de su
narrativa y de su construcción literaria: el poder manipulador del Estado, la
mentira de la Historia, las tramas ocultas puestas en pie por las fuerzas
represivas, lo que califica como “la Gran Estratagema”, además de reflexionar
sobre el tesoro de la literatura oral y la manera en que las historias
recitadas por aedos se han fijado como leyendas en el subconsciente colectivo.
Dentro de
todos esos referentes, hay uno que obsesiona a Kadaré, y es la guerra de Troya,
o todo lo relacionado con Troya, en concreto, la Iliada, porque de las 14.500
guerras libradas por la humanidad, ninguna “ha generado tanta literatura como
ha producido una sola de ellas: la guerra de Troya” (2010: 9). Y su principal
particularidad radica en “la conversión del relato de Troya del mundo de la
literatura al mundo del testimonio (…) Dicha guerra se convirtió en alimento
espiritual de toda la civilización griega (…) por la sola razón de que fue
cantada homéricamente” (2010: 16). En esto se encuentra su fuerza, lo poderoso
de su embrujo y su magnetismo, lo que fascina a Kadaré.
Pero
además, esta historia “es la historia de un arrepentimiento, el más grande
arrepentimiento que ha conocido hasta hoy nuestro planeta” (2010: 18), si
contar con que se narra “el duelo más famoso de la literatura antigua, el que
enfrenta a Aquiles y Héctor” (2010: 22). Por tanto, la historia lo reúne todo:
venganza, arrepentimiento y, por encima de ello, la confrontación entre esos
dos titanes… sin embargo, algo no le cuadra al albanés en todo esto. Las
palabras del poema, “como en sueños se perseguían”, para referirse al fragor de
la lucha entre ambos (2010: 22) sirven para que se dispare la alerta de Ismaíl
Kadaré. Aquí hay algo más, algo oculto, algo hurtado. Esta frase le hace
reflexionar… todo queda, de repente, en entredicho. ¿Y sí la batalla no
existiera, si fuera todo una percepción onírica sin combatientes, sin las murallas,
sin la ciudad?
La
imaginación confabulatoria de Kadaré se dispara en la línea de sus mejores
trabajos –Spiritus, La pirámide, El monstruo–, y se pregunta
si no existirá un tercer libro, un libro extraviado que sirva de puente entre
la Iliada y la Odisea y que explique los sueños, visiones y las vigilias,
sucedidos entre ambos textos.
Porque la
naturaleza de Troya, del mito de Troya, como ejemplo y metáfora de la “Gran
Estratagema” totalitaria, radica en la posibilidad de que nada de ello haya
existido, que fuera una invención política para favorecer a las partes
contendientes que ni siquiera se hubieran llegado a confrontar en batalla
alguna. Así expresa esta idea Kadaré en su conferencia:
“Ninguna de las partes contendientes dio testimonio de la guerra de
Troya. Representarse a Homero como un corresponsal de guerra es algo
categóricamente rechazado por todos (…) Tal como se sospechaba, diversos
ejércitos, tras no conseguir dar con el contrincante, regresaban y se inventaban
una guerra no librada, y por supuesto, una victoria inexistente.
A la ausencia de testimonio está igualmente
vinculada la sospecha, ya de sobra conocida, de que la guerra de Troya no se
haya producido nunca (…) Si es que no quedó testimonio de la guerra de Troya,
tal y como reclaman nuestros cánones, ¿qué fue entonces esa guerra? ¿Una
confrontación invisible, secreta, de las que tienen lugar en la conciencia?
Otra cosa, ¿quizás una reforma, una superación, una despedida de algo,
enmascarada, revestida de la apariencia de la guerra? ¿Un invento, una falsa alarma? Finalmente, ¿un sueño, una
pesadilla, una pesadumbre oculta de Grecia?” (2010: 14-15).
Pero
una vez descubierta la “Gran Estratagema”, no es necesario que la encontremos
en enormes cuestiones de Estado que atañan guerras o complots, puede
desarrollarse en algunos ámbitos más simples, como de una lectura atenta de las
novelas de Ismaíl podemos aprender, donde un pastel baklava, o un mal de ojo, o tal vez el canto de los aedos, puede desencadenar
la catástrofe de una nueva Troya.
Muy interesante...
ResponderEliminarGracias Gloria, siempre tan amable.
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