domingo, 4 de agosto de 2013

Crónica de piedra



Crónica de piedra, sexta novela del albanés Ismaíl Kadaré (publicada en 1971), es una obra que  ya de por sí merecería toda una tesis doctoral en exclusiva, de tan variada, enriquecedora y brillante como resulta para el lector. Además, aporta algunas novedades estilísticas fundamentales en el universo literario de Kadaré: es uno de los escasos textos biográficos de su autor. Lo que conlleva unas descripciones teñidas de cierta melancolía y un lirismo hasta el momento casi inédito en una forma de escribir dura, tensa y, a veces, hasta desabrida.

En efecto, lo que sucede en la ciudad de piedra, que no es otra que Gjirokastër, el lugar de nacimiento del propio Kadaré y del tirano que ensombreció Albania, Enver Hoxha, lo que establece una relación entre escritor y politicastro que muchas veces coincidirán o colisionaran polémicamente, aunque eso es otro asunto; lo que sucede en la pétrea Gjirokastër pasa por el tamiz de un chico, de un niño de tal vez ocho años –el propio Kadaré nació en el 36 y los sucesos de la novela se mueven sobre el 43 y el 44- y será esa visión repleta de imaginación desbordante la que dote de un sesgo nuevo a la narrativa de Kadaré, que es ya de lo poco que podría faltarle –si es que le faltaba- dentro de su innegable brillantez.

Desde la visión peculiar y particular del muchacho anonadado que reinterpreta los sucesos de la Segunda Guerra Mundial a su manera, o a la manera de su pequeño mundo, asistimos a un recital descriptivo (ahora que tantos autores y teóricos se empeñan en que las descripciones se han pasado de moda en la literatura, que aburren al lector), un manual de cómo se debe describir hechizando al lector –algo que yo sólo recuerdo en Clarín, Winkler y Sebald-, dejándolo totalmente perplejo con el despliegue de metáforas y símiles a cual más impactante.

La ciudad, una olla inmersa en los intereses de las potencias bélicas, pasa una y otra vez de las manos italianas a las griegas, hasta que, al fin, cae en la de los nazis que invaden Albania. El auge de los guerrilleros partisanos, la preponderancia del PC, las supercherías locales, la emergente figura de Hoxha, los bombardeos, los refugios, las bodegas, los primeros amores, el deslumbrante descubrimiento de los libros y la lectura… sucesos todos ellos que se van desgranando para conformar un mosaico colorido en una novela narrada en la primera persona del chaval (con algunos insertos de la Crónica y los avisos locales) que sin embargo resulta un texto casi coral y en donde la verdadera protagonista es la ciudad de Gjirokastër en todo su esplendor y rareza arquitectónica.

El estilo de Kadaré, duro y tenso, se desgarra continuamente con pinceladas de un lirismo inocente, y aunque muchos de los acontecimientos descritos son duros, quedan extrañamente, y dolorosamente, dulcificados, a los ojos del niño que los presencia. Además, y es otra de las claves de la importancia del texto, aquí se topa Kadaré con gran parte del que será el imaginario que desplegará a posteriori: los firmanes, la obsesión por la ceguera, las novelas del ciclo de la Guerra Mundial, la guerrilla y los guerrilleros, las cabezas cortadas y puestas en sal, los nichos de la vergüenza, los problemas del poder totalitario, la distopía comunista, los aedos, los poetas ciegos, tantos y tantos otros motivos brotan con fuerza en párrafos que después darán lugar a novelas inolvidables.

De esta manera, Crónica de piedra, junto con El palacio de los sueños y tal vez Abril quebrado, se me antoja una de las mayores obras maestras de Kadaré, crucial a la hora de poder entender su narrativa. Es imprescindible para poder penetrar en el mundo pétreo de tradiciones y miedos, de héroes y villanos, de las múltiples Albanias de Ismaíl: una lectura placentera de una prosa fina y delicada, que describe una ciudad que cobra vida bajo su texto hasta convertirse la novela en el mayor monumento posible a Gjirokastër y a la literatura de grandísima calidad.


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