Suele ser habitual realizar una comparación de El gran invierno (1973) con Guerra
y paz, denominando así, como una Guerra
y paz a la albanesa, la obra de Ismaíl Kadaré. Yo, bien poco encuentro de todo
esto en la novela, a no ser una coincidencia con la extensión monumental del
texto. Sin embargo, el trabajo que realiza Kadaré en esta ocasión se me asemeja
mucho más al fondo de ideas y reflexiones transversales que atraviesan la Vida y destino de Grossman.
La vida cotidiana durante el comunismo, la vida de la gente en el
totalitarismo, muy bien podría ser una forma de definir El gran invierno. La novela, un monumental fresco polifónico, algo así
como una capilla Sixtina literaria de los comunismos, muestra un momento clave
en la historia de Albania: su ruptura, en el año 1961, con la dependencia
ideológica, política y económica, que la unía a la Unión Soviética. Los sucesos
que ocurren en ese invierno afectan de variadas maneras tanto a personajes
ficticios como a reales, y Kadaré va dibujando con su paleta de escritor una
sociedad en la que todos tienen cabida: desde un periodista que acude como
intérprete a la fatídica reunión en Moscú en donde se cristaliza la ruptura,
pasando por líderes reales al estilo de Enver Hoxha o Jruschov, hasta
barrenderos, violonchelistas, novelistas, críticos literarios, burgueses
represaliados, adolescentes, mujeres casaderas, ancianos, ex guerrilleros,
cuadros políticos y militares, corresponsales extranjeros… toda una humanidad
que, a modo de colmena, bulle y se ve afectada por esta interpretación de la
vida como problema político (parafraseando el magnífico trabajo del checo
Vaclav Belohradsky).
También se ha comentado bastante la imagen –con polémica- que de los
líderes comunistas proporciona Kadaré en esta novela-río de 699 páginas: en
ningún caso rinde ninguna pleitesía a Hoxha, y ni mucho menos a Jruschov o a
otros, que salen bastante mal parados. La imagen que proporciona del sistema y
de sus líderes es más bien deprimente, muy crítica, y está trufada de
referencias duras y acusaciones totalitaristas, más en concreto a cierto tipo
de comunismo del momento. Es un texto arriesgado, donde un magnífico repertorio
de imágenes demuestra la decadencia e inhumanidad del comunismo y ataca
directamente a sus dirigentes. Así, unos abrigos de los miembros del politburó
en un guardarropa, unas estatuas rodeadas de serpientes en las ruinas de un
circo romano, el clima duro e invernal de la ciudad, una abúlica base de
submarinos, el estallido de las estructuras de una presa o el proceso de
revelado fotográfico, ofrecen desde una mirada metafórica una clave con la que
interpretar el régimen desde un punto de vista desolador.
Un régimen en donde sus dirigentes se afanan en vivir lo que Kadaré
denomina en otra de sus novelas como la
gran estratagema, y conseguir así que los ciudadanos atiendan a otro lado,
distraigan sus miradas mientras los expolian. Sin embargo, gracias a autores
como él, los lectores pueden atender a los tejemanejes criminales de una
política devastadora y, leyendo entre líneas, aterrorizarse con los retratos
fantasmales de La Pasionaria, Hoxha, Jruschov, y toda la pléyade comunista en
ebullición. Precisamente, el poder escribir la novela tras la ruptura de
relaciones de Albania con la URSS le valió a Kadaré como excusa para criticar
una serie de comportamientos y máximas políticas que en otro caso hubieran sido
imposibles de atacar, pero al dirigirse al ahora enemigo de ese momento, fue
bien recibido, aunque señalase las mismas directrices criminales que sucedían
en el propio país. Toda una paradoja que se repetiría después, con la quiebra
de las relaciones entre Albania y China, plasmadas en la novela El concierto.
De esta manera, El gran invierno
es una parte de un monumental y riquísimo mosaico que se complementa con el
resto de las novelas políticas que
teje su autor: toda una visión devastadora de la pandilla de asesinos y
criminales que se hacen llamar políticos.
Polifónica y
acertada, aunque quizás demasiado extensa, mezcla entre personajes reales y
ficticios. Remarcaré, en especial, la imagen tan aterradora que ofrece de la vida
política durante el comunismo, opuesta a la vida cotidiana, si es que se puede
denominar vida. Sinceramente, creo que la obra no alcanza una cota máxima entre
la producción del autor exclusivamente por su extensión, que en cierto modo
hace que se resienta el texto, demasiado minucioso en asuntos locales para un lector
europeo “algo mas ajeno”, por lo que puede ser un problema de lector, no del
escritor. Aún así, una obra clave para entender el proceso político albanés y
el proceso literario propio de Kadaré.
La novela parece tan interesante como dura. Una buena reseña.
ResponderEliminarGracias Gloria por tu comentario, así constato que hay vida ahí afuera, algo que asumo difícil al tratar a Kadaré, tan minoritario como ignorado, por mucho Príncipe de Asturias que posea. La novela es magnífica, pero no recomendable para quién desee iniciarse en este autor. Para eso, para encontrar texto con el que aarancar, pueden orientar el resto de mis comentarios a otras tantas buenas novelas.
EliminarSaludos.