Albania en la
encrucijada, Albania frente al abismo, Albania en el tránsito, Albania
terminando una época y empezando otra, Albania empezando una nueva historia y
cerrando otra, Albania liberándose y Albania encadenándose como Prometeo:
Albania en su cruce de caminos, todo eso es la novela Noviembre de una
capital; donde la capital es Tirana, y noviembre es el mes de noviembre de
1944, momento en el que, tras encarnizadas luchas, los guerrilleros comunistas
libran el combate definitivo ante las tropas invasoras nazis, triunfan y, bajo
las máximas estalinistas, deciden el rumbo que tomará el país durante las
siguientes decenas de años.
Kadaré refleja dos
tipos bien diferentes de luchas, las militares, llevadas a cabo por los
partisanos contra los alemanes en el paisaje urbano, con plazas donde permanecen
varados carros blindados semiderruidos o batallas por tomar el control del
edificio donde se ubica la emisora de radio, y la otra contienda, la política,
la llevada contra el enemigo de clase, la que conduce a detenciones de
albaneses por otros albaneses, la que comprende la incipiente purga de la clase
poderosa, de los burgueses adinerados, por parte de las tropas populares.
Liberación y
comunismo se dan la mano en una serie de escenas que reflejan cuáles serán las
directrices que gobernarán la nueva Albania, la joven y nueva Albania:
represalias, terror, juicios sumarísimos, sadismo, revanchas, venganzas y
arbitrariedades. El texto, conformado por el aliento de un gran número de
personajes, compone la ya clásica forma de narración coral que Kadaré ha
utilizado en El gran invierno, por ejemplo, como una manera de
aproximarse a las vidas cotidianas (aunque en este caso sean vidas cotidianas
enmarcadas en el estado excepcional de una guerra y de una liberación y del
advenimiento del comunismo), las vidas comunes de quienes compondrán el cuerpo
de la Albania del régimen.
Por estas páginas
desfilan hombres y mujeres comunes, no hay héroes de grandes gestas bélicas,
tan sólo voces que componen una sola voz modulada en dos tonos: los
represaliados y los represaliadores, los vencedores que a la par son vencidos,
y viceversa, en un ejercicio desquiciado y absurdo de encadenamiento político
donde las fuerzas de seguridad del pueblo, encargadas de eso, de su seguridad,
serán las que mayor inseguridad le provoquen; es una paradoja más que añadir a
la colección de paradojas que se plantea en Noviembre de una capital,
donde los libertadores son carceleros, la justicia peca de injusticia, el
amanecer resulta un anochecer, la alborada de la nueva Albania será el crepúsculo
de todo un país, y el sistema de libertades se tornará en un conjunto de
arbitrariedades.De la utopía a la distopía.
La prosa de Kadaré
recorre los descampados, los vericuetos de la Tirana en llamas, de la Tirana en
ruinas, de la Tirana asediada y asfixiada por los combates en la que alborea un
futuro de pesadilla. Son los vencedores quienes se arrogan la capacidad de
juzgar bajo el prisma de las nuevas leyes, son los vencedores los que se
permiten crear una nueva casta, la de los desclasados, son los
vencedores en la batalla ideológica y política quienes establecen una nueva
visión del mundo bajo el prisma del comunismo. Son los vencedores quienes se
creen que liberan a los compatriotas de antiguos crímenes, pero se equivocan porque,
parafraseando una letra de una canción de Paul Weller, la historia probará
con el tiempo que las leyes de hoy serán los crímenes del mañana.
Y en el caso de
Albania, eso no fue nunca más certero.
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