La estirpe de los Hankoni es una novela corta escrita por Kadaré en 1977, y
que en España aparece editada en el volumen Cuestión
de locura, junto a otras tres novelas breves: la que da el título al volumen,
la ya reseñada en este blog Días de
juerga, y El desprecio. En La estirpe de los Hankoni, Kadaré busca
relatar y retratar una saga familiar albanesa, con todos sus avatares y
vivencias, sus costumbres, y la forma en que consigue salir adelante durante el
periodo de tiempo que comprende desde el siglo XVIII, hasta el arranque del
siglo XX.
Son diversos los símbolos de la vida cotidiana que el autor emplea
para reflejar esta evolución del tiempo, fundamentalmente la casa, la tumba,
las tierras y el mercadeo de la sal, primero, del petróleo, después, la usura,
finalmente. De esta manera, picoteando en algunos años claves para la
narración, 1703, 1729, 1789, 1800, hasta el amanecer del primer día del siglo
XX, se despliega un texto repleto de simbolismo y señalado por algunos
acontecimientos históricos claves, como la independencia de Grecia, la
insurrección de Alí bajá de Tepelena, la introducción del alfabeto albanés, la
Revolución Francesa, y acontecimientos de la vida privada y familiar de los
Hankoni, marcada por un engaño en una cuestión de lindes, pecado original de la
estirpe, y culminado con el infame asesinato colectivo de Roxana, que es
ahogada a manos de sus familiares, acusada de haber perdido la honra con un
albañil.
Con ese inicio, el engaño en la cuestión de tierras perpetrado por
Baski Hankoni que juró en falso, toda la prosperidad posterior de la familia se
verá comprometida al entrar en conflicto con el kanun, el código consuetudinario albanés, y en la deuda que
contraen con él, al perjurar, deuda que nunca terminarán de saldar. Después, la
construcción de la casa, a la que se añaden habitaciones y nuevas alas, reflejará
el florecer de los Hankoni, a la par de cómo se van incrementando las
sepulturas al lado de la construcción en la tierra robada, túmulos que van
integrando los miembros de la familia. La evolución económica marchará acorde
con el ritmo de los tiempos, y de vender sal pasarán al petróleo, superarán
diversas crisis, y prestarán dinero a interés, tal vez mostrando así la
degradación de la familia, porque, tal y como subtitula Kadaré, el texto no se
trata nada más que de una “crónica familiar”. Una novela corta de una gran
densidad y enorme potencia.
Repleto de guiños autorreferenciales a su propia obra (el Tabir de El Palacio de los sueños, la rebelión de
Tepelena de El nicho de la vergüenza,
el suceso de la introducción del alfabeto que aparece ya en El puente de los tres arcos, la traición
al kanun, código sobre el que versará
la novela Abril quebrado), incrustan esta
narración en el corazón de la producción de Kadaré; viene a complementarla,
como si permitiera aproximarse al resto de sus novelas desde otro punto de
vista. Es una especie de solapa o doblez que ilumina algunos relatos, pero
también otras ideas levemente pergeñadas entre párrafos de sus textos. Todo
ello, completado con una reflexión sobre el paso del tiempo, los gobiernos y el
devenir de los estados, y el ser humano como una mera marioneta azotada por la
historia y la política, aunque haya intentado defenderse integrado en el seno
de una gran familia, que acabará fracasando como saga. Ni tan siquiera le
restará a los Hankoni el orgullo de salvar el postrero testamento, declarado
nulo.
Puede que su derrota ya se encontrara marcada en el inicio de los
tiempos.
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