sábado, 10 de agosto de 2013

El gran invierno



Suele ser habitual realizar una comparación de El gran invierno (1973) con Guerra y paz, denominando así, como una Guerra y paz a la albanesa, la obra de Ismaíl Kadaré. Yo, bien poco encuentro de todo esto en la novela, a no ser una coincidencia con la extensión monumental del texto. Sin embargo, el trabajo que realiza Kadaré en esta ocasión se me asemeja mucho más al fondo de ideas y reflexiones transversales que atraviesan la Vida y destino de Grossman.

La vida cotidiana durante el comunismo, la vida de la gente en el totalitarismo, muy bien podría ser una forma de definir El gran invierno. La novela, un monumental fresco polifónico, algo así como una capilla Sixtina literaria de los comunismos, muestra un momento clave en la historia de Albania: su ruptura, en el año 1961, con la dependencia ideológica, política y económica, que la unía a la Unión Soviética. Los sucesos que ocurren en ese invierno afectan de variadas maneras tanto a personajes ficticios como a reales, y Kadaré va dibujando con su paleta de escritor una sociedad en la que todos tienen cabida: desde un periodista que acude como intérprete a la fatídica reunión en Moscú en donde se cristaliza la ruptura, pasando por líderes reales al estilo de Enver Hoxha o Jruschov, hasta barrenderos, violonchelistas, novelistas, críticos literarios, burgueses represaliados, adolescentes, mujeres casaderas, ancianos, ex guerrilleros, cuadros políticos y militares, corresponsales extranjeros… toda una humanidad que, a modo de colmena, bulle y se ve afectada por esta interpretación de la vida como problema político (parafraseando el magnífico trabajo del checo Vaclav Belohradsky).

También se ha comentado bastante la imagen –con polémica- que de los líderes comunistas proporciona Kadaré en esta novela-río de 699 páginas: en ningún caso rinde ninguna pleitesía a Hoxha, y ni mucho menos a Jruschov o a otros, que salen bastante mal parados. La imagen que proporciona del sistema y de sus líderes es más bien deprimente, muy crítica, y está trufada de referencias duras y acusaciones totalitaristas, más en concreto a cierto tipo de comunismo del momento. Es un texto arriesgado, donde un magnífico repertorio de imágenes demuestra la decadencia e inhumanidad del comunismo y ataca directamente a sus dirigentes. Así, unos abrigos de los miembros del politburó en un guardarropa, unas estatuas rodeadas de serpientes en las ruinas de un circo romano, el clima duro e invernal de la ciudad, una abúlica base de submarinos, el estallido de las estructuras de una presa o el proceso de revelado fotográfico, ofrecen desde una mirada metafórica una clave con la que interpretar el régimen desde un punto de vista desolador.

Un régimen en donde sus dirigentes se afanan en vivir lo que Kadaré denomina en otra de sus novelas como la gran estratagema, y conseguir así que los ciudadanos atiendan a otro lado, distraigan sus miradas mientras los expolian. Sin embargo, gracias a autores como él, los lectores pueden atender a los tejemanejes criminales de una política devastadora y, leyendo entre líneas, aterrorizarse con los retratos fantasmales de La Pasionaria, Hoxha, Jruschov, y toda la pléyade comunista en ebullición. Precisamente, el poder escribir la novela tras la ruptura de relaciones de Albania con la URSS le valió a Kadaré como excusa para criticar una serie de comportamientos y máximas políticas que en otro caso hubieran sido imposibles de atacar, pero al dirigirse al ahora enemigo de ese momento, fue bien recibido, aunque señalase las mismas directrices criminales que sucedían en el propio país. Toda una paradoja que se repetiría después, con la quiebra de las relaciones entre Albania y China, plasmadas en la novela El concierto.

De esta manera, El gran invierno es una parte de un monumental y riquísimo mosaico que se complementa con el resto de las novelas políticas que teje su autor: toda una visión devastadora de la pandilla de asesinos y criminales que se hacen llamar políticos.

Polifónica y acertada, aunque quizás demasiado extensa, mezcla entre personajes reales y ficticios. Remarcaré, en especial, la  imagen tan aterradora que ofrece de la vida política durante el comunismo, opuesta a la vida cotidiana, si es que se puede denominar vida. Sinceramente, creo que la obra no alcanza una cota máxima entre la producción del autor exclusivamente por su extensión, que en cierto modo hace que se resienta el texto, demasiado minucioso en asuntos locales para un lector europeo “algo mas ajeno”, por lo que puede ser un problema de lector, no del escritor. Aún así, una obra clave para entender el proceso político albanés y el proceso literario propio de Kadaré.

2 comentarios:

  1. La novela parece tan interesante como dura. Una buena reseña.

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    1. Gracias Gloria por tu comentario, así constato que hay vida ahí afuera, algo que asumo difícil al tratar a Kadaré, tan minoritario como ignorado, por mucho Príncipe de Asturias que posea. La novela es magnífica, pero no recomendable para quién desee iniciarse en este autor. Para eso, para encontrar texto con el que aarancar, pueden orientar el resto de mis comentarios a otras tantas buenas novelas.
      Saludos.

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