domingo, 13 de octubre de 2013

Diario de Kosovo. Artículos, cartas y otros textos.



Se divide este Diario de Kosovo en cuatro secciones claramente diferenciadas, cumpliendo con el subtítulo otorgado por la editorial de Artículos, cartas y otros textos. Una primera parte, la central de la obra y que le da nombre, se compone de las ochenta y siete notas que Kadaré apuntó en forma de diario sobre el conflicto bélico de Kosovo, desde el mes de enero de 1999 y que se interrumpen a mediados del mes de octubre. A continuación del diario, se recogen seis artículos periodísticos del escritor, en donde reflexiona sobre el problema, publicados en la prensa internacional entre los años 1994 y 1999.

Después, el volumen se completa con dos prólogos a otros dos libros que abordan el mismo asunto kosovar (un ensayo y una novela), y toda esta recopilación se cierra con tres cartas del propio Kadaré dirigidas a tres primeros ministros y líderes europeos, redactadas durante el mes de septiembre de 1991.

En sus notas al diario propiamente dicho, Kadaré se aleja de la manera que anteriormente había abordado el problema en su obra Tres cantos fúnebres por Kosovo. En efecto, aquello era una novela, una novela en forma de tríptico histórico, y estas anotaciones nada tienen que ver con la narración ni con la ficción. Son producto del análisis de una realidad política y militar a la que el escritor tiene el privilegio de asistir en calidad de influyente generador de opinión, como una de las partes afectadas, o en representación de ella.

La ficción ha dejado paso a la realidad, a la realidad más dura, violenta y descarnada. A una serie de aberraciones, matanzas y genocidios, a la limpieza étnica, a las maniobras de intervención de la OTAN con sus bombardeos de castigo sobre Serbia, eso también, acciones ante las cuales la sensibilidad del intelectual albanés no puede permanecer indiferente. Por encima de todo aparece un motor que genera las reflexiones: el martirio del pueblo albanés en Kosovo, víctimas a manos de los serbios y de su política de exterminio.

De esta manera, Kadaré despliega sus esfuerzos en relaciones con políticos, intelectuales y otros escritores, al efecto de socorrer a sus compatriotas. Por las notas del diario desfilan presencias y nombres pro-albaneses y anti-albaneses, pro-kosovares o pro-serbios, delineándose el universo que en esos instantes vive el autor, compuesto por los afines a la causa y los contrarios a ella, es decir, los criminales que apoyan el genocidio.

Desde Mitterrand a Peter Handke, de Günter Grass a Herta Müller, pasando por Costa-Gavras o Mikis Theodorakis, de Madeleine Albright a Slobodan Milosevic, Javier Solana o el paramilitar Arkan, todos ellos aparecen colocados sobre este tablero de ajedrez político que nos descubre Kadaré, ocupando sus escaques, comprometidos con la libertad, el humanismo y la justicia, o enfangados con la muerte de la que son partidarios y ejecutores. Y al fondo, el pueblo de Kosovo que soporta las deportaciones, las matanzas, mientras Europa realiza sus maniobras diplomáticas y el continente asiste al drama proyectado en las pantallas de la televisión.

Kadaré busca alcanzar al lector un Kosovo que vaya más allá de los noticieros y telediarios. Porque el Kosovo de la televisión, de las declaraciones de los políticos, es un Kosovo manipulado, falseado en virtud de las intenciones de cada parte. En las entradas de su diario, el autor busca iluminar la verdad de la región, poniendo en claro los orígenes geopolíticos y la realidad de una historia que es sistemáticamente manipulada por los serbios, a cuya manipulación prestan oídos los europeos. Al hacerlo, equiparan los derechos y sufrimientos de los verdugos con las víctimas, y ese es el principal encono de Kadaré, poner fin y aclarar una situación tan lacerante.

La manipulación de la historia llevada a cabo por la Yugoslavia comunista y la Serbia nacionalista del momento no deja de ser uno de los temas afines al imaginario literario de Ismaíl Kadaré. Con mayor razón, por ello, que le preste tanta atención al ser uno de los detonantes del conflicto y, además, la forma en la que los serbios pueden emboscar sus actitudes criminales. Serbia llevaba siglos deformando, prostituyendo, corrompiendo la historia, para legitimar su presencia en Kosovo y justificar su política de crímenes. Aunque estamos ante un asunto bien alejado de la ficción, la denuncia de manipulación histórica recuerda a las maniobras de rectificación de la Historia que narra Orwell en 1984 y, por supuesto, entroncan con las mentiras que el propio régimen estalinista llevó a cabo (borrado de fotos, supresión de documentos, etcétera).

Aparte de que Kadaré se tope en este doloroso asunto con algunos de los fantasmas que pueblan su imaginario, especialmente con los fantasmas de la manipulación y la conspiración, tan propios del comunismo, las líneas de la realidad de los acontecimientos que expone en su diario vienen a demostrar que, desde la batalla de Kosovo (ya utilizada en provecho propio por el eslavismo en general y Serbia en particular), Albania y la región ubicada en el campo de mirlos han venido experimentado una sistemática campaña de desprestigio y mentiras, con objeto de que, en un momento dado, su exterminio haya sido, si no abiertamente permitido, si tolerado por la opinión internacional.

En la línea de argumentación, estudio y análisis de un asunto tan complejo, se desarrolla la segunda parte del libro: los artículos de Kadaré publicados en la prensa internacional. Con ellos busca azotar conciencias, advertir de las masacres y avisar de la guerra con la intención de subvertir el estado político de las cosas en esos momentos. La voz de Kadaré es una voz de peso en el panorama intelectual europeo, como queda demostrado por la publicación de estos artículos en cabeceras de primera fila y prestigio como son El País o Le Monde.

Sin embargo, después de tantas notas y argumentaciones, de tanto porfiar para obtener la paz y una solución dialogada, queda la amarga impresión de que la voz de Kadaré, como la de otros tantos intelectuales europeos, se ha perdido por un sumidero en el mismo momento en que se inició la primera limpieza étnica, en el momento en que partió la primera columna de deportados de Kosovo, incluso ante el lanzamiento de la primera bomba de la OTAN.

Los Balcanes y Kosovo aparecen como una quiebra de la intelectualidad europea. Los dos prólogos de Kadaré a sendos libros sobre el asunto, uno de tono ensayístico de Ibrahim Rugova y una novela de Rexhep Qosja, parecen dirigirse en este sentido: estas voces son voces ignoradas.

Las cartas a Mitterand, George Bush y Vaclav Havel, que cierran el volumen, dirigidas por Kadaré a estos presidentes pidiéndoles ayuda en la cuestión de Kosovo y apelando al humanismo y la responsabilidad política y moral que se les supone a los líderes democráticos hacen pensar que, con la perspectiva actual -a casi quince años desde el conflicto-, en el asunto de Kosovo y de Serbia, Europa ha ganado la guerra y perdido la paz, una paz que se lleva edificando en un proyecto de política y unión europeas sobre un territorio balcánico empapado en sangre.

La construcción de ese destino común europeo, sin zanjar con justicia la cuestión balcánica, avanzará con un enorme peso moral, un lastre de deuda moral, que abrumará para siempre las conciencias y acabará por impedir todo progreso de futuro aunque la cantante de origen kosovar Rita Ora, en una demostración de que en efecto corren otros tiempos de modernidad sobre el campo de mirlos actual, ruede un videoclip de su tema Shine Ya Light para la MTV con Pristina como escenario y actúe de pinchadiscos, a ritmo de rap, sobre el monumento NewBorn, la estatua conmemorativa de la independencia de Kosovo (independencia no reconocida aún por todos los países de Europa).

Bajo esa presunta cotidianidad de la modernidad mana una corriente subterránea de sangre, una memoria de agravios todavía pendientes de ser cancelados con la necesidad de la justicia. Quizás, solamente, habría que dejar de mirar hacia otro lado y enfocar la visión de la responsabilidad de cada político, de cada escritor, de cada intelectual, recordando lo que dijeron, cómo lo dijeron en aquellos momentos y, lo que resultaría de capital importancia: porqué hicieron lo que hicieron.

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