jueves, 5 de septiembre de 2013

Abril quebrado



Abril quebrado, tal vez, sea la novela más célebre del escritor albanés Ismaíl Kadaré, y para muchos de los críticos su obra maestra. No en vano, el texto se sostiene con un gran éxito de público, además de gozar de los parabienes de los entendidos, quizás por pertenecer esta obra al ciclo de textos de Kadaré sobre las tradiciones milenarias y arraigadas de la tierra de Albania, así como la contribución que hace para popularizar sus aspectos más folclóricos y oscuros, particularidades, todas estas, que convenientemente narradas y tratadas, no pueden sino resultar enormemente atractivas –y con ello pintorescas- para el lector medio europeo que se asoma a una novela que le presenta todo un mundo nuevo y diferente con muchos elementos brutales y medievales, retrógrados y tradicionales, en efecto, pero también fascinantes.

Abril quebrado se articula en derredor de dos historias: una complementa a la otra, es decir, la segunda explica ciertos asuntos que suceden y guían las acciones de la primera y, ambas, en ciertas ocasiones, de forma muy tangencial, se entremezclan, para, apenas haberse tocado, separarse de nuevo. Toda lo novela rota, así, sobre estas dos piezas. Una es la “acción”, la narración casi epopéyica de Gjorg Berisha que debe saldar una deuda de sangre con los asesinos de su hermano, y otra es la “explicación” de los actos que Berisha va cumpliendo como si estuviera predestinado, y en cierto modo lo está, puesto que se comporta acorde con lo que manda el kanun. Esta parte de “explicación” de los actos de Berisha correrá a cargo del escritor Besian Vorpsi, de viaje de novios con su mujer por los territorios montañeses en los que imperan las leyes del kanun, las tasas de sangre, el honor de la palabra dada, de la amistad confiada a ultranza, de la besa, factores todos ellos que siempre lo han fascinado (al fin y al cabo Vorpsi es un escritor de la capital que ha decidido impresionar a su reciente mujer con un viaje por este mundo montañés, y como excusa podrá recoger notas para una nueva novela).

Tiene Abril quebrado mucho de leyenda épica, con elementos melodramáticos, como esa camisa del hermano, ensangrentada y que amarillea en el tendedero, exigiendo que se cobre la venganza ya tardía y deshonrosa: Gjorg es arrastrado al asesinato por tradición, para cumplir una tradición, y por este mismo motivo se verá con los días contados, expuesto al escalón siguiente de la venganza. Mientras deambula por la comarca para realizar diferentes acciones relacionadas con el kanun, con el pago de la tasa por venganza de sangre, el escritor recorre la región en una carroza de caballos y va explicando los pormenores del código consuetudinario albanés a su joven esposa, fijando el foco en los aspectos más truculentos, curiosos, sorprendentes o, simplemente, brutales. Como brutales son la mayoría de personajes que aparecen, que acompañan en ambos recorridos, a Gjorg y Vorpsi.

El  kanun tiene mucho de brutal, e incluso ciertos aspectos de honor y deuda arraigados en conceptos medievales que se expanden y calan en el comportamiento de los personajes afectados. Hasta tal punto se trasvasa este sentido del derecho original en la forma de conducirse de los personajes, que podría decirse que toda la novela está mediatizada por este kanun, el verdadero protagonista, entonces, del texto.

Aunque dramática, la novela se mueve dentro de los parámetros de una prosa contenida y ceñida, que evita desembocar en desgraciadas acciones de gran fuste melodramático. Las muertes son muertes, aceptadas como tales sin grandes aparatos sentimentales que las desvirtúen, no se convierten en otra cosa que en fríos desenlaces a las antiguas deudas adquiridas, son un paso más en el contrato, una clausula cumplida por parte de una u otra familia, muertes que para los habitantes de estas regiones, habituados a que la venganza y el dolor, son parte de su propio acerbo cultural, de su folclore más significativo, se mueven en una especie de mundo en duermevela, como automático, desposeídos de voluntad propia, regidos y plegados al kanun, oprimidos y aplastados por él, en unas circunstancias de pesadilla que resultan aterradoras para la mujer del escritor, que apenas las comprende, y que son desasosegantes y muchas veces incontrolables para el propio Vorpsi, por mucho que se precie de haberlas estudiado y, haberse creído que les entendía.

Todo un sentimiento trágico de la vida atraviesa el texto, de un lirismo sarmentoso, tenso, muchas veces a punto de quebrarse en la maraña de venganzas, de absurdos, en la abominación de los crímenes realizados por monotonía; de unos crímenes amparados en la ley que demanda y exige su sangre cada cierto tiempo como un tributo que deben rendir los hombres a su existencia en esas regiones montañosas que no entienden de otra cosa más que del valor ciego de la palabra dada, de amistades mortales y de predestinación en las venganzas.

Así, Abril quebrado compone una dualidad entre acción y explicación de esa realidad aparentemente monstruosa e incomprensible, conformando un retrato de ciertos aspectos de la identidad de Albania muy necesarios para poder entender, después, algunos de sus problemas como país, y ciertos comportamientos políticos futuros. Y, también, para poder entender como el hombre es un ser sujeto a venganzas, que se alimenta de ellas, y que las necesita como un faro de sangre que brille en el horizonte y que lo dirija hacia su propia muerte. Hacia la que se encamina, siempre, con paso firme y sin dudas, hasta apretar el gatillo e iniciarse en la siguiente generación el siguiente círculo de la venganza.

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