El
vuelo de la cigüeña es
una “micronovela” publicada en 1986, tal y como parece definirla Ismaíl Kadaré,
integrada en el volumen editado en España con el título Frente al espejo de una mujer y en el que aparece junto a otras dos
narraciones de similares características, El
jinete con halcón y La historia de la
Liga albanesa de escritores frente al espejo de una mujer, que en su
momento también pasarán por el análisis en este blog.
Hace un tiempo, para un congreso de
literatura y erotismo, tuve la oportunidad de leer mi comunicación Eros encadenado: Sexo y totalitarismo en
Pequeña Pornografía Húngara de Esterházy –se puede consultar la
comunicación en mi bitácora de crítica literaria La ficción gramatical, como parte de la reseña que allí posteo
sobre la novela de Esterházy-. En esta comunicación defendí que existía lo que
llamé “una vía sexual de escape” al totalitarismo, tal y como se podía leer en
la novela del autor húngaro. Pues bien, El
vuelo de la cigüeña es un ejemplo de esta salida, del sexo como resistencia
ciudadana, intelectual.
En efecto, en la narración de Kadaré se nos
muestra un escritor auténtico, el poeta albanés Lasgush Poradeci,
sistemáticamente represaliado, ninguneado por el régimen de Hoxha, marginado
bajo la hégira comunista. El silencio que el régimen abatió sobre su figura fue
tal que muchos de sus colegas lo llegaron a creer muerto, mientras él llevaba
una vida anónima de tipo “exilio interior” en su retiro de Pogradec, donde
fallecería en la miseria. Pero Kadaré quiere dar un giro romántico, incluso con
ciertos toques de venganza, y añade algo, un detalle definitivo en la vida de
Poradeci que le hace ser la admiración del resto de la comunidad de escritores
y pensadores, de intelectuales albaneses: a sus ochenta años vivirá un romance,
una pasión amorosa con Ana G.
Pronto, el significado de este amor adquiere
un relieve especial, se convierte en todo un símbolo para la comunidad de
escritores, toda una forma de resistencia. El régimen de Hoxha, que ha impedido
la poesía de Poradeci, no ha conseguido evitar que conozca el amor en el ocaso
de su vida, con ochenta años, que se enamore, que deguste, acaso, la experiencia
más poética de todas. Con el romance del poeta la dictadura de Hoxha ha
fracasado, Poradeci es libre, ha encontrado su “vía sexual de escape” haciendo
uso de lo único que el Partido no podía robarle ni prohibirle: el amor. Y con
él, o a través de él, un nuevo acceso a la poesía.
Triunfo, con mucho de venganza, el que narra
Kadaré en esta nouvelle. Victoria
total del anciano poeta segregado por no aceptar las directrices del realismo
socialista y las bondades del héroe positivo que preconizaba la Liga Albanesa
de Escritores, voz del Partido Comunista. El amor en la senectud es un acto de
resistencia, pero también es la escapada del corazón en libertad, la forma en
la cual el individuo asalta y quiebra la barreras de un régimen que trata de
aniquilarlo como persona, obstinado en que se convierta en autómata.
Si en Pequeña
Pornografía Húnagra de Esterházy los personajes emprenden una salida de la
realidad opresiva mediante las relaciones sexuales como forma de alterar la
miseria del día a día y demuestran que el Partido o el Estado no son dueños de
su sexo, en El vuelo de la cigüeña,
el poeta, no sólo emprende la liberación por el sexo y el amor, sino que,
gracias a ello, escribe su mejor poema, su mejor poesía, que será una que,
además, el régimen de Hoxha se verá impotente a la hora de poderla censurar. La
noticia ha corrido por todos los mentideros de la capital y el gesto de Poradeci ha dado esperanzas a
sus colegas amargados.
Y todo ello con la paradoja de que, en la
ciudad de Pogradec, donde han tenido lugar los acontecimientos, muy cerca de la
residencia del poeta, se encontraba descansando en su asueto veraniego el propio
Lider, Enver Hoxha en persona, a poca distancia del autor al que había aniquilado
literariamente y que ahora perpetraba semejante ejercicio amoroso de libertad
individual a unas manzanas de casas.
La obra, que forma un todo temático con las
otras dos “micronovelas” del volumen, se amalgama con ellas en derredor a la
idea de las posiciones y actitudes que toman los diferentes escritores que se
encuentran bajo este tipo de regímenes totalitarios, bien sufriendo
represalias, bien escribiendo al dictado, bien haciendo juegos de malabarismos
políticos de supervivencia.
Porque escribir en el país de Hoxha no era
una cuestión de literatura, sino un asunto, muchas veces, de supervivencia y,
en demasiadas ocasiones, cuestión de vida y de muerte. Y que un poeta de
ochenta años tuviera una relación amorosa subvertía al régimen y a los ideales
comunistas tanto como una novela en donde, expresamente, no se hiciera ninguna
alusión al Partido o en la que el héroe positivo del realismo socialista
brillara por su ausencia.
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