miércoles, 11 de septiembre de 2013

El viaje nupcial



¿Quién trajo a Doruntina? Esa es la pregunta que asedia al lector, y el título original de la novela, traducida al español como El viaje nupcial, una interrogante sobre la persona que fue a buscar a una mujer a otro país y la trajo de retorno a Albania, en un trayecto nocturno y casi onírico, entre barro, rocío y estrellas.

Kadaré, primero, parte de la leyenda: Doruntina, casada con un extranjero de las tierras de Centroeuropa, abandona el hogar materno. Sin embargo, uno de los hermanos jura que, en el caso de que ocurra alguna desgracia familiar, cabalgará en su búsqueda y la traerá de vuelta a casa. Así, una noche, tras un agotador viaje de varias jornadas cabalgando en donde lo onírico y lo vaporoso se han mezclado hasta convertirlo todo en una pasta de percepciones para la muchacha, Doruntina toca a la puerta del hogar materno. Aterrada, la madre le pregunta a su hija cómo ha venido de vuelta, con ese crucial “¿quién te ha traído?”. La muchacha sólo posee una respuesta, la lógica, por otro lado: el hermano. Sin embargo, el hermano, que ha dejado a Doruntina frente a la puerta de la casa y se ha vuelto a la iglesia, aduciendo que allí le aguardan asuntos por resolver, ese hermano, ha muerto junto a los otros ocho, en una guerra en la que el ejército enemigo los contagió de la peste. Así las cosas, ¿pudo ser el cadáver quién se levantó de la tumba para cumplir con la palabra dada? En la iglesia, la tumba de Kostadin, el hermano, tiene recién removida la lápida. ¿Es un juego macabro? ¿Qué y, sobre todo, quién se esconde tras todo ello?

Estas, y otras preguntas, se formula el lector, realmente azorado en su curiosidad, mientras acompaña al capitán Stres en sus investigaciones. La novela toma así una suerte de vericuetos detectivescos, en una especie de thriller medieval. Y lo que en principio se tratará de intentar destapar un engaño de forma deductiva, -engaño, una mentira, adulterio, hasta incesto, o lo que puede encontrarse tras semejante ardid macabro- se complica implicando a la iglesia y al poder, al Estado, preocupados por el bagaje revolucionario que contiene la afirmación de que Kostadin se haya levantado de la tumba para cumplir con la palabra comprometida.

Porque, en efecto, el único que se ha levantado, demostradamente, de su tumba, ha sido Jesucristo. Si Kostadin lo hizo, también, la iglesia se enfrenta a un monumental problema. Y si un albanés, hasta muerto, cumple con la promesa dada, y el pueblo se lo cree, se inocula en ellos un germen muy pernicioso que podría provocar altercados, indisciplinas y terminar desencadenando revoluciones. El viaje de Doruntina, a lomos del caballo y abrazada a la cintura de su hermano resurrecto, se torna en algo mucho más tremendo que una leyenda macabra: es un problema de índole religioso al lindar con la herejía, pero también lo es político, de orden social y de seguridad.

De esta manera, presionado desde varios frentes poderosos, Stres se muestra escéptico, al principio, con una historia de la que no cree en absoluto su componente sobrenatural, aunque tenga en su propio ayudante la mejor versión del albanés crédulo y supersticioso, presuroso a dar pábulo, convencido de que el hermano de Doruntina salió de la tumba para cumplir con su palabra. En este clima de tensión, el suceso se va adornando de una cobertura mágica y trascendente, hasta convertir la investigación en una cuestión de Estado, y la identidad de quién trajo a Doruntina pase a ser la clave de un misterio que alcanza mucho más lejos de los cantos míticos de los aedos.

Ahora, se trata de una historia de esperanza, una esperanza que ha germinado la leyenda en el corazón de los hombres, y esa especie de liberación de la realidad anodina imperante, del sometimiento al Príncipe, les permitirá albergar con optimismo la idea de que, incluso desde la muerte, se puede liberar el espíritu; nadie puede sojuzgar las creencias individuales y los propios pensamientos. Y nadie, además, por muy poderoso que sea, conseguirá dominar en lo más íntimo del ser humano.

Y eso es lo verdaderamente revolucionario de la cabalgada de la Doruntina regresada.

Las palabras, que forjan las leyendas, se alimentan de la necesidad que tiene el hombre de crear y contar historias, de ser contado y encontrado en ellas, de escucharlas y de adoptarlas como suyas, como certeras, alcanzando la verdad en la novela de Kadaré un estado por encima de la lógica, la realidad y lo posible: trascendiendo la necesidad humana hasta un grado de fervor tal que, por nuestros sueños y la libertad de pensamiento, de la mente, somos capaces de hasta levantar a los muertos de sus tumbas.

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