¿Quién trajo a Doruntina? Esa es la pregunta que asedia al lector, y
el título original de la novela, traducida al español como El viaje nupcial, una interrogante sobre la persona que fue a
buscar a una mujer a otro país y la trajo de retorno a Albania, en un trayecto
nocturno y casi onírico, entre barro, rocío y estrellas.
Kadaré, primero, parte de la leyenda: Doruntina, casada con un
extranjero de las tierras de Centroeuropa, abandona el hogar materno. Sin
embargo, uno de los hermanos jura que, en el caso de que ocurra alguna
desgracia familiar, cabalgará en su búsqueda y la traerá de vuelta a casa. Así,
una noche, tras un agotador viaje de varias jornadas cabalgando en donde lo
onírico y lo vaporoso se han mezclado hasta convertirlo todo en una pasta de
percepciones para la muchacha, Doruntina toca a la puerta del hogar materno.
Aterrada, la madre le pregunta a su hija cómo ha venido de vuelta, con ese
crucial “¿quién te ha traído?”. La
muchacha sólo posee una respuesta, la lógica, por otro lado: el hermano. Sin
embargo, el hermano, que ha dejado a Doruntina frente a la puerta de la casa y
se ha vuelto a la iglesia, aduciendo que allí le aguardan asuntos por resolver,
ese hermano, ha muerto junto a los otros ocho, en una guerra en la que el
ejército enemigo los contagió de la peste. Así las cosas, ¿pudo ser el cadáver
quién se levantó de la tumba para cumplir con la palabra dada? En la iglesia,
la tumba de Kostadin, el hermano, tiene recién removida la lápida. ¿Es un juego
macabro? ¿Qué y, sobre todo, quién se esconde tras todo ello?
Estas, y otras preguntas, se formula el lector, realmente azorado en
su curiosidad, mientras acompaña al capitán Stres en sus investigaciones. La
novela toma así una suerte de vericuetos detectivescos, en una especie de
thriller medieval. Y lo que en principio se tratará de intentar destapar un
engaño de forma deductiva, -engaño, una mentira, adulterio, hasta incesto, o lo
que puede encontrarse tras semejante ardid macabro- se complica implicando a la
iglesia y al poder, al Estado, preocupados por el bagaje revolucionario que
contiene la afirmación de que Kostadin se haya levantado de la tumba para
cumplir con la palabra comprometida.
Porque, en efecto, el único que se ha levantado, demostradamente, de
su tumba, ha sido Jesucristo. Si Kostadin lo hizo, también, la iglesia se
enfrenta a un monumental problema. Y si un albanés, hasta muerto, cumple con la
promesa dada, y el pueblo se lo cree, se inocula en ellos un germen muy
pernicioso que podría provocar altercados, indisciplinas y terminar
desencadenando revoluciones. El viaje de Doruntina, a lomos del caballo y
abrazada a la cintura de su hermano resurrecto, se torna en algo mucho más
tremendo que una leyenda macabra: es un problema de índole religioso al lindar
con la herejía, pero también lo es político, de orden social y de seguridad.
De esta manera, presionado desde varios frentes poderosos, Stres se
muestra escéptico, al principio, con una historia de la que no cree en absoluto
su componente sobrenatural, aunque tenga en su propio ayudante la mejor versión
del albanés crédulo y supersticioso, presuroso a dar pábulo, convencido de que
el hermano de Doruntina salió de la tumba para cumplir con su palabra. En este
clima de tensión, el suceso se va adornando de una cobertura mágica y
trascendente, hasta convertir la investigación en una cuestión de Estado, y la
identidad de quién trajo a Doruntina pase a ser la clave de un misterio que
alcanza mucho más lejos de los cantos míticos de los aedos.
Ahora, se trata de una historia de esperanza, una esperanza que ha germinado
la leyenda en el corazón de los hombres, y esa especie de liberación de la
realidad anodina imperante, del sometimiento al Príncipe, les permitirá
albergar con optimismo la idea de que, incluso desde la muerte, se puede
liberar el espíritu; nadie puede sojuzgar las creencias individuales y los
propios pensamientos. Y nadie, además, por muy poderoso que sea, conseguirá
dominar en lo más íntimo del ser humano.
Y eso es lo verdaderamente revolucionario de la cabalgada de la
Doruntina regresada.
Las palabras, que forjan las leyendas, se alimentan de la necesidad que
tiene el hombre de crear y contar historias, de ser contado y encontrado en
ellas, de escucharlas y de adoptarlas como suyas, como certeras, alcanzando la
verdad en la novela de Kadaré un estado por encima de la lógica, la realidad y
lo posible: trascendiendo la necesidad humana hasta un grado de fervor tal que,
por nuestros sueños y la libertad de pensamiento, de la mente, somos capaces de
hasta levantar a los muertos de sus tumbas.
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